lunes, 4 de mayo de 2020

Volver a vivir

"Debemos cuidar nuestra mente para que ella nos cuide a nosotros. La salud mental no es un juego. Pide ayuda si la necesitas. No estás solo/a". He leído estas frases quién sabe cuántas veces. Están escritas por todas partes. Últimamente paso más tiempo aquí del que desearía, pero tampoco me arrepiento. 

-Es tu turno, mamá -digo mirando la pantalla que muestra su número, mientras agarro con ternura su mano-. Eres fuerte. Yo te espero aquí. No estás sola.

Se levanta y se va, sin mirar atrás. Me quedo sentada en el mismo sitio, con la mente nublada de pensamientos varios. Pero sobretodo de miedo. Tengo mucho miedo, aunque no lo demuestre. Estoy asustada. Mi madre es mi pilar y la necesito en mi vida. Y sé que puede sanarse. Lo sé, porque siempre ha sido una luchadora. Ha librado muchas batallas, con lágrimas y pérdidas, pero siempre ha seguido adelante. Y ahora yo debo ser más fuerte que ella, porque me necesita. Ahora ella está débil. Pero yo sé que sigue siendo la de siempre. Valiente, alegre, alocada, cariñosa… Solo debe sanar su mente para poder volver a vivir. Es complicado el proceso, pero con paciencia, ganas y ayuda, se puede salir de esto.

Una enfermedad mental no es un brazo roto. Es algo que no se sana con yeso y descanso. Se sana con trabajo y dedicación. Pero sobretodo, con ayuda. Nuestra mente es parte esencial de nosotros. Si no está sana, nosotros tampoco. 

Miro a mi alrededor. Hay muchos enfermos, de edades y sexos distintos, esperando su turno. Pero lo curioso es que, aparentemente, y en la mayoría de casos, no se ve su enfermedad. Si me cruzara por la calle con alguno de ellos, sin saber que vienen al centro psiquiátrico, no sabría que están enfermos. Y ahí es donde reside el gran problema de las enfermedades mentales. No se ven como se ve un brazo escayolado. Hay mucha gente que no sabe que tiene problemas de salud mental hasta que ésta les explota en la cara.

Y luego viene el trabajo de aceptación y superación. No es fácil asumir que estás enfermo. Que tu vida ya no será la misma. Que deberás medicarte de por vida. Que estabas enfermo, seguramente desde hace mucho tiempo, sin saberlo. Pero tampoco es fácil ver desde fuera como un ser querido está mal. Saber que tiene problemas, que se comporta de forma extraña, que no es el de siempre. Y, en estos casos, lo único que se puede hacer es apoyar y ayudar a esa persona a superarlo lo antes posible. Con ayuda, amor y constancia se puede volver a vivir. Evidentemente, no todo será como siempre. La enfermedad marca un antes y un después en la vida de un enfermo y de sus familiares. Pero lo importante es poder volver a sonreír, a gritar, a correr, a disfrutar de la vida. Aunque no sea totalmente como antes. Lo importante es volver a vivir.

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