lunes, 4 de mayo de 2020

MUTE

No, señora, aquí no vive la persona que busca. Habito esta casa desde mis vidas anteriores y jamás he escuchado ese nombre. Es broma, aunque no despreciaría la conversación con alguien que vivió en el Antiguo Egipto, por ejemplo. No se me ocurre otra manera de decirle que estaba durmiendo cuando intentó derribar la puerta. Pensé que por fin los americanos habían decidido invadirnos... Es frustrante comprobar que no hay atractivo detrás de una supuesta emergencia. Me refiero a la situación, no es nada personal. 

Dormía porque anoche estuve viendo "Insomnio", una película que paradójicamente trata sobre alguien dormido que descubre la posibilidad de mantenerse despierto dentro del sueño. Yo pretendo lograr lo mismo a despecho de mi salud mental. Al fin y al cabo, los locos son más consecuentes con sus manías que los cuerdos con su sensatez. ¿Cuándo ha visto usted a un loco dudando de su locura? ¿Y qué seguridad le inspiran el comportamiento y el discurso de los cuerdos? Que conste, solo hago distinción para hacerme entender. Si la locura está definida en territorio de cuerdos, resulta igualmente despectivo llamarle cuerdo a quien alardea de serlo.

Creo en la necesidad del comportamiento natural para conjurar prejuicios. Fluir para encontrarnos en tierra de nadie. Por eso intento mantener la ecuanimidad. Usted me ha despertado buscando a un fulano que no conozco e insiste sospechando que lo protejo. ¿Existe locura mayor? Desde luego, ese que busca pudiera ser yo, si yo no estuviera convencido de lo aburrido que soy. Es mi propia perspectiva y no creo que exista alguna más convincente. Ya me gustaría escuchar su opinión después de una corta convivencia. Para mí no sería esfuerzo la intimidad, puedo apreciar su belleza. Sin embargo, me aterra pensar que se empeñe en compartir mis espacios oscuros, tan inmensos, tan acogedores, si también fuera presa del desvelo. 

Tampoco accedo a mostrarle mi tarjeta de identidad. Abandonar la puerta indicaría vacilación, aun cuando lo hiciera para tronchar su insistencia. Asimismo, ese movimiento sería el principio de su certeza, no importa quien fuera yo al fin y al cabo. Se marcharía feliz disculpándose y yo le respondería hipócritamente que eso le pasa a cualquiera, cuando lo cierto es que cualquiera en su lugar se hubiera marchado solícito. Gracias a su insistencia, usted no es cualquiera. 

Y gracias a su insistencia, casi caigo en la tentación de decirle que la engañé para comprobar si valía la pena descubrirme ante usted, pero mi curiosidad nunca basta para salir de mi mismo. Ya sé, es decepcionante. Soy la decepción encarnada. Por un momento esperé que me hiciera cambiar de juicio, pero sigo siendo yo y debo regresar a mis rincones y exorcizar este desencanto que me sujeta aún más a lo que siempre he sido irremediablemente. Ahora, cuando prenda el televisor y me ahoguen las noticias del mundo, volveré a mi sueño y usted desaparecerá junto al silencio por debajo de la puerta, hacia la calle.

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