Esos meses que estuve en cuarentena dentro de una cubeta de hielos ¡fue espectacular!
No se imaginan lo maravilloso. ¡Descansé! Después de tantos años de estar sujeta… ¡Dios! Ha sido el mejor tratamiento por el que he pasado.
Debo admitir que en un principio estaba algo asustada.
Imaginé que de no estar atada a Corazón podría morir, y me preguntaba cómo iba a hacer para sostenerme sola. ¿Y si me perdía? ¿Y si ya luego no me encontraban?
Incluso, a pesar del miedo y la incertidumbre del principio, definitivamente ha sido una gran experiencia.
La terapia de hielos para calmar la mente ¡fue fenomenal!
Además, Cuerpo me atendió muy bien, estaba pendiente de la temperatura para que la angustia no se apoderara de mí, me rociaba agüita de miel y rosas todas las mañanas. Decía que por si acaso, para que no fuera a enfermar.
Fue un tiempo excelente, bajo los cuidados de Cuerpo. A veces le preguntaba si no le molestaba ocuparse tanto en mí, pero él con una caricia me respondía todo lo contrario.
Un día que hizo más calor de lo habitual, la temperatura de donde estaba sumergida comenzó a subir. Empecé a llenarme de dudas. Cuerpo no estaba cerca para pedirle el favor de que me trajera un poco más de hielo, él se encontraba descansando.
Las dudas iniciaron inundándolo todo, y la incertidumbre se apoderó de mí, la angustia me dominó, y fue entonces cuando mi mundo estalló. Por más que intenté controlar mis pensamientos, ellos ganaron.
¡Quería gritar, salir de aquel encierro! Entre más desesperadamente luchaba, más me ahogaba en los hielos derretidos de la cubeta. ¡Solo buscaba escapar!
En ese momento Cuerpo llegó corriendo muy exaltado, con un recipiente lleno de hielos. Pecho y Espalda estaban adoloridos, Piernas flaqueaban y Brazos sostenían fuertemente el recipiente para no dejarlo caer.
Arrojó los hielos dentro de la cubeta como pudo. Inmediatamente cambió la temperatura, y poco a poco fui calmándome. Cuerpo me consentía, me peinaba el cabello y acariciaba la cara. Lentamente, logré reponerme, y así mismo, Cuerpo lo hacía también.
Piernas dejaron de flaquear, y la respiración dejó de estar tan agitada, Espalda se desencorvó y Brazos retomaron su fuerza. Los pensamientos disminuyeron, y la angustia dejo de ser parte de ellos.
Pronto, nos recuperamos juntos. Finalmente, Cuerpo me abrazó con todas las fuerzas que posee y que no son pocas.
Desde ese día comprendí por qué Cuerpo cuidaba tanto de mí. Él cuidaba de mis pensamientos, para evitar que le afectaran. Él cuidaba de mí, por qué quería sentirse bien.
Antes de la cuarentena, yo, aquella alocada y egoísta Cabeza, lo mantenía agitado, cansado y adolorido. Por esas fechas, exceptuando aquel evento, se notaba más fuerte, activo y entusiasmado. Fue ese preciso día, en que reconocí la importancia de cuidar de mí para cuidar de ambos, y nos acepté como el equipo que éramos.
Si yo estaba bien, él estaba bien.
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