martes, 5 de mayo de 2020

La consulta

— ¿Cuántas piedras has recogido? —le preguntó el psicólogo a su paciente—. 

Mira, yo también tengo mi propia bolsa. Puedes compartir conmigo la tuya.

Mientras el especialista mostraba su mochila de tela a fin de ofrecerle confianza, Pau abrazaba la suya y le miraba con recelo: la primera sesión siempre es la más complicada. A diferencia de la del profesional, el saco de su cliente parecía mucho más pesado aun cuando era mucho más joven.

Lentamente, la mano adolescente extrajo de la bolsa una piedra. "Los psicólogo son para locos" estaba escrito en ella. Pero la expresión del adulto no cambió: seguía invitándole con la misma paciencia a mostrar más de sí. Con esto presente y pausadamente, fue enseñando una a una sus pesadas pertenencias: "llorar es de débiles, sonríe más", "eso lo hace cualquiera", "no es para tanto, hay cosas peores", "la vida dura dos días como para que te andes preocupando", "eres un desastre", "eso no vale para nada, mejor estudia algo que tenga futuro"... Y ahí tenía la razón por la que a veces no podía moverse de la cama: aquella inseparable mochila de tela le hacía de ancla a Pau.

Una hora después, al llegar a casa tras aquella confesión y con la bolsa algo más liviana, se mira al espejo. Te ves.

No hay comentarios:

Publicar un comentario