Clic…se enciende una luz. O, mejor dicho, la enciende Peralta. Clic…es el sonido que se escucha en ese instante o al menos es lo que cree. Se desplaza hasta otro interruptor y vuelve a presionar. Clic, otra vez. Se detiene junto a la puerta por la que se accede a la sala onírica pero no encuentra el botón. Tantea la pared, aunque sus yemas no rozan ninguna saliente. Clic…escucha del otro lado de la sala, cerca de la habitación consciente, como si una bombilla se hubiera apagado sola. Algunos de los focos del techo comienzan a quemarse o apaciguarse sin causa alguna. Sobre todo, los del salón memoria y el patio recuerdos. Otros quedan encendidos esperando ser silenciados por Peralta. Hace un tiempo comenzó a extraviar interruptores, o confundirlos con otros. Por el momento la red eléctrica continúa funcionando, pero se perciben ciertos cortocircuitos y chispazos esporádicos. Clic…se le apagan dos recuerdos de la infancia. Clic…adiós a la edad de su sobrino y el segundo nombre de su ex mujer. Algunos se vuelven a encender y otros directamente se extinguen para siempre.
Así es como funciona cada día de su vida, siempre encendiendo y apagando luces, iluminando y oscureciendo ambientes. Desde que tiene uso de memoria el caserón estuvo plagado de fulgores, pero todos conocemos de lámparas y de sus vidas útiles determinadas; de casas en penumbras, de salud mental. Peralta sabe que para ser feliz no hace falta que funcionen todos los contactos, ni que brillen todos los faroles. A veces los mejores momentos prescinden de luminarias excesivas, de esplendores contundentes. A veces es mejor que ciertas cosas queden en rincones brumosos, aunque es bueno reconocer que el circuito se va deteriorando tarde o temprano. Aunque sabe que a medida que pasa el tiempo son más frecuentes las fallas eléctricas, algunas lámparas quemadas no son excusas para deslucir su vida. La clave es aprovechar hasta el último destello, porque él también sabe que, indefectiblemente, llega el día en que la compañía distribuidora de energía corta el suministro para siempre.
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