Clara y yo hablamos en clave. Algunas tardes después del café le pregunto cómo va de sus averías y ella me responde, bien, bien. Otras le pregunto cómo va de sus desvaríos y finge que se enfada y me dice, eso me los preguntas con segundas y esboza una sonrisa como las de antes. Una sonrisa como cuando todavía era ella, la madre cariñosa aunque quizás algo dominante y castradora. No sé. A veces cuando llama Pablo, mi hermano menor, Clara le comenta que tiene un hijo que se fue a vivir a la capital que se llama Pablo, y mi hermano habla con ella y le sigue la corriente como si le estuviesen hablando de otro hijo. Debe resultar extraño oír hablar de ti mismo en tercera persona. Mi hermano quiere que la ingresemos en alguna institución de salud mental. No mientras yo viva, respondo, aunque cada vez me resulta más difícil ver y aceptar cómo Clara se va disolviendo poco a poco en sus recuerdos; los confunde, los altera, los retoca, los reinventa, los crea de nuevo desde la nada. Es duro. Pero a ratos encontramos momentos para la risa y el sosiego. Cuando está muy alterada me cuesta darle de cenar. Vive en un mundo paralelo en el que ve animales y suciedad por todas partes. También me dice con toda naturalidad: hoy he hablado con mi padre. Estoy por preguntarle qué tal estaba. Mi abuelo materno murió cuando yo tenía quince años. Era alto y delgado. Algunas noches me las paso en vela, porque Clara solo quiere levantarse para barrer la casa o airear los armarios y cambiar la ropa de invierno por la de verano. Esas noches cuando ya no puedo más pierdo los papeles. Y nos decimos de todo. Luego por la mañana apenas se acuerda de nada. Con Mariola, la chica que la cuida por la mañana cuando yo trabajo, le pasa como con Pablo. A veces es Mariola y otras es Marisol, y otras es Fabiola. A la chica le hace gracia que le cambien el nombre. Clara le cuenta cosas de su infancia. Cosas reales y otras inventadas o retocadas. Confunde fechas y acontecimientos. Confunde personas. Cuando esta alegre cantan canciones que cantaba de joven: fumando espero al hombre que más quiero… Si no recuerda la letra la reinventa. En esas ocasiones grabo algún vídeo. Luego se lo enseño y se ríe con una risa picara y juvenil. Una risa de antes de que todo de volviera catástrofe y desastre. Esa risa lo compensa todo; el cansando y el dolor de esta lenta perdida. Sé que cuando me falte Clara la vida será todavía más insoportable; un lugar repleto de averías y desvaríos.
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