lunes, 4 de mayo de 2020

Amor inquebrantable


Un desayuno descafeinado, una luz mortecina, el opaco reflejo de dos sombras enlazadas y una pesada carga sobre sus hombros. Un gesto contrariado, otro principio y volver a dar cuerda al reloj maldito de su existencia. Otra vez la tostada sobre el mantel y el aceite en las comisuras de los labios.

Poco a poco respira y relaja la voz, con la servilleta en la mano, y agita el pensamiento, cual zumo refrigerado y caduco. Un valor añadido, un recuerdo agigantado y una misión por cumplir. 

Y resurge, cual ave fénix, de las cenizas del olvido, para seguir hablándole del amor pasional que sintieron, de sus secretos y susurros, de los recuerdos que se fueron y de los cimientos que construyeron. La agarra, como temiendo romper el hilo que la sujeta a su presencia, y le sigue contando historias llenas de vida e ilusiones. Su lengua es un torbellino que no cesa ni descansa, mientras ella lo mira ingenua, insegura.

- ¿Y tú quien eres? - Le pregunta con un hilo de voz rota, interrumpiendo sus desvaríos de locura amorosa. Retuerce con amargura el destino de su alma y comprueba que aquella salud mental está en ruinas. Recompone el ánimo hecho añicos y vuelve a empezar. La coge dulcemente de las manos y le dice:

- Aunque tú no te acuerdes que soy tu esposo y amado, aunque no recuerdes nada de nuestra vida pasada y la felicidad gastada, te lo recordaré cada uno de los días que me quedan por vivir a tu lado, sin descanso, sin demora y sin pausa.

Espera de dulce caricia en la mejilla. Una sonrisa agradecida, un gesto de asentimiento y una felicidad que empieza a ver la luz del día. Él, con las manos aún agarradas, continúa diciéndole: 

- Te enseñaré las fotos de nuestras almas gemelas, las estampas de aquellos besos, los abrazos que nos dábamos, los momentos que vivimos y el sufrimiento que soportamos.

Ella parece que reacciona al estímulo diario, como cada jornada de trasiego y estampas del ayer. Aprieta las manos que la sostienen y levanta la mirada, algo más entusiasta y despierta.

- Seré tu recuerdo anhelado, tu memoria fiel y tu amor imperecedero. La luz en la oscuridad del tiempo y la sombra que vela por tu sonrisa. Cariño mío, siempre estaré a tu lado.

Sella con un beso ese amor inquebrantable en el tiempo. Cual fiel lazarillo enamorado, que guía por caminos tortuosos al amor de su vida, la abraza con fuerza y le dice: 

- Vida mía, aunque no recuerdes quién soy ni lo que te quiero, yo sí sé quién eres y lo que te amo. Te quiero y te lo recordaré siempre.

Ella, con parsimonia y un leve brillo en los ojos, levanta su mano y le acaricia el rostro con la barba de dos días. Una sonrisa verdadera y una lágrima derramada por todo el recuerdo aglutinado en segundo. Ella se limita a decir, con la voz queda: 

- Gracias por todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario