lunes, 4 de mayo de 2020

Si yo necesito ayuda, tú también

Cuando salimos de "allá" huyendo de un infierno de insultos y palizas frecuentes, yo era muy pequeño. Desde ese momento nos convertimos en un pack indivisible. Instalados en España, llegó Gabriela. Mamá la quiso mucho, a veces pensé que más que a mí, porque varias noches me dejaban solo para salir a bailar y beber en los bares. Cuando despertaba de madrugada y no las veía en su cama, abría la ventana enrejada del cuarto y buscaba en el alfeizar, restos brillantes de estrellas fugaces, preparaba playas de hojas secas para las hormigas o hablaba con la Luna. Luego vinieron los golpes y el odio de Gabriela a los dos, las denuncias en la policía hasta que entró en la cárcel por maltratarnos. Comenzaron los cambios constantes de piso. Mamá perdió varios trabajos, en ocasiones, consecuencia del comportamiento que debido a mi hándicap cansa a los demás y que tanto me echa en cara. Servicios sociales nos ofreció una habitación en un piso compartido. Recuerdo pasar los días en la cama junto a mamá; ella lloraba sin parar, yo le abrazaba. Falté a la escuela con frecuencia. Las maestras me preguntaban; les decía que la otra parte del pack indivisible estaba enferma. Cinco, seis cambios de piso en un año. Nos citaron en la escuela para informar de mi retroceso educativo. Mamá me culpó por ello. Preparé mi mochila de supervivencia con el cuaderno donde dibujo mis historias, bolígrafo y mis tesoros (hojas secas, restos de tiza de colores que recojo del patio del colegio, semillas de los árboles del parque que plantaré para sobrevivir y un cuchillo por si me atacan), le dejé una nota y salí de casa a la hora de la siesta en busca de una mamá que me quisiera y estuviese a mi lado. Me refugié en un parque cercano, removiendo la tierra bajo una palmera para plantar las primeras semillas, cuando apareció mi madre bastante asustada. Recuerdo que le dije: no solo soy un niño especial de ocho años, en lo bueno y en lo malo, también soy tu hijo, si yo necesito ayuda, tú también. A la mañana siguiente mamá no me llevó a la escuela; acudimos al centro de Salud Mental con el firme propósito de solicitar tratamiento para los dos. Han pasado cuatro meses. A día de hoy los dos acudimos a terapia, y nuestra unión vuelve a ser la del pack indivisible. Mamá ha conseguido un trabajo, cuidando a una señora mayor que nos permite vivir con ella y yo estoy aprendiendo a inhibir esos comportamientos que cansan a los demás. "Reaccionar a tiempo y pedir ayuda puede ser una victoria". Así he titulado la primera redacción del curso que nos ha pedido la maestra tras la vuelta de las vacaciones. No os chivéis pero es la primera frase que nos dijo la terapeuta cuando entramos en la consulta, me gustó porque la entendí.

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