Recuerdo con especial nostalgia los días en que era niño, la vida era más colorida por entonces, cuando me dejaba dominar por los sentimientos, previo a aprender a ser un adulto hecho y derecho, sensato y fiel a la razón. Por aquellos tiempos la curiosidad era mi motor, algo normal cuando uno descubre la inmensidad del mundo y la ignorancia monumental que uno posee. Lamentablemente mis padres habían olvidado sus etapas de juventud y me prohibían cualquier incursión en la investigación, aunque dichas negativas no corrían con mucho éxito y mi madre solía enfadarse excesivamente por ello. En esta línea recuerdo las firmes palabras de mi padre siempre que íbamos a visitar al abuelo Cristóbal, quien vivía en compañía de su hijo menor, Ander, hermano de papá. "No te acerques a Ander", acostumbraba decir, y ante mi infructuosa búsqueda de una razón para semejante prohibición respondía lacónicamente que tenía "problemas" dando por concluida la exposición de argumentos.
Fue así como por un tiempo permanecí alejado de mi tío, observando con gran curiosidad su extraña conducta y manteniendo prudentes metros de distancia para evitar el rezongo de mis progenitores. Él solía hablar solo y caminar mucho, siempre parecía perturbado por la velocidad con que su cerebro funcionaba. A pesar de estar acostumbrado a nuestras visitas nunca interactuaba con nosotros, permaneciendo distante e inmerso en nerviosos recorridos por las habitaciones de su hogar.
Un día, dominado por completo por la curiosidad decidí preguntarle a Ander que clase de "problemas" lo atormentaban y cuál era la causa de su constante peregrinación por la casa. Entonces, aprovechando el momento en que mi tío mostraba a mis padres su nuevo coche, me dispuse a acercarme y dar comienzo a mi cuestionario. Pero Ander se asustó al ver que me aproximaba y entre gritos y gemidos me empujo sobre un sillón saliendo disparado hacia su alcoba. Afortunadamente no me lastimó, y con más suerte aun nadie presenció u oyó la escena.
Lo sucedido no hizo más que incrementar mi interés por descubrir que sucedía con mi tío, después de todo era mi responsabilidad moral ofrecerle ayuda, debía encontrar la forma de apoyarlo.
Pero nuestra próxima interacción no fue iniciativa mía, pues en la siguiente oportunidad en que nos encontramos solos en la sala, él se acercó cautelosamente y me regaló un fuerte abrazo. Decidí no arruinar el momento con preguntas acerca de sus "problemas" y disfrutar del cariño de quien me sujetaba. No soltó palabra alguna ese día, pero con su abrazo me transmitió una infinidad de pensamientos y emociones.
Con el tiempo las restricciones de mis padres quedaron en el olvido y visité siempre que pude a mi tío, con quien tuve las conversaciones más raras y entretenidas de mi vida. Muchas veces no lograba entenderlo, pero puedo decir con autoridad que nadie me trataba tan bien como Ander, sin lugar a duda nunca conocí a alguien que lograra superar su capacidad de amar. Él fue mi mayor descubrimiento y una gran fuente de aprendizaje.
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