Mis papás están peleando otra vez. Por mi culpa.
Mi papá descubrió que me estoy tomando las pastillas que me envió el psiquiatra. Ya nos había advertido que si le desobedeciamos, habría consecuencias.
Si tan solo me hubiera escondido bien para tomarlas. Si tan solo me hubiera metido al closet o esperado a que se durmiera. Si hubiera tenido más cuidado, mi mamá no estaría en problemas.
Ahora es mejor quedarme encerrada en mi baño, acostada en el piso. Tengo un poco de frío, pero esta bien, aquí puedo escuchar como pelean. Algo le grita mi mamá sobre salud mental, no se que es eso, pero suena muy importante para ella. Mi papá solo se ríe y se burla de ella, dice que eso es para débiles. Yo no quiero ser débil, yo quiero ser igual de fuerte.
El psiquiatra me cae bien. Me gusta que me pregunte cómo me siento, me hace sentir normal y no un fenómeno como dicen mis compañeros del colegio. Tampoco se enoja por distraerme, ni me llama inútil o burra, como lo hace mi maestra. No se ríe porque tartamudeo cuando leo, ni me critica por ser morena. Dice que él va a apoyarme a sentirme bien, sentirme tranquila.
Una vez quise hablar con mi psicóloga de la escuela. Decirle que mis compañeros no paran de gritarme "puta". Decirle que me nalguean en los pasillos, pero uno de los que me molestan es su sobrino, nunca me creería, se ve que lo quiere mucho. De seguro le hablaría a mi papá para acusarme, y no quiero que mi papá se de cuenta que soy una rechazada. No quiero que mi papá también me rechace como todos, o igual que mi verdadero papá, que prefiere estar con sus demás hijos. A mí ya ni me reconoce.
Mi mamá piensa que no es normal quedarme todo el día en cama, o llorar a cada rato. Dice que no es normal cortarme. No quiero contarle, ya no quiero que sufra. Por eso me llevó al psiquiatra, claro que a escondidas, como cuando me compra ropa y me pide esconder las bolsas para que mi papá no se altere como hoy. Que no se altere como el día que se enteró que me llevó con el doctor. Ese día destruyó la cocina, sentí como perdería a mi mamá, mientras el sostenía la silla sobre su cabeza, dispuesto a pegarle con ella.
Mejor me quedo aquí encerrada. Me hipnotiza ver mi sangre recorriendo mi brazo. Se siente rico cortar las capas de mi piel con la navaja del rastrillo. Siento como se libera la presión en mi pecho, como se relaja ese nudo en mi garganta que no me deja tragar ni respirar. Creo que ésta vez me corté de más. Me siento muy cansada. No puedo enderezarme, mucho menos levantarme a limpiar la sangre del piso o de mi ropa. No paro de sangrar, pero tengo mucho sueño. Solo quiero dormir, quiero descansar. Solo quiero paz.
Sobrecogedor.
ResponderEliminarMe ha emocionado mucho.