Ahí va Olivia, es la viva estampa de la felicidad. Se va con mi desayuno y no para de saludar a otras pacientes. No hay ninguna que le niegue el saludo. La puerta se cierra segundos después y yo me quedo a sola con mis pensamientos.
Ahora puedo quedarme con ellos un buen rato. Antes no podía. No había manera. ¡Todo era tan triste! Mis ideas, mi vida, la ausencia de mi madre, yo... Yo...Yo..
No había manera. Era imposible. Lo intentaba y solo conseguía sentirme peor. Todo el mundo me decía que no me preocupase. "Todos, unos más y otros menos, han pasado por el sufrimiento de perder a alguien querido", me decían, y trataba de hallar en consuelo en ello. Pero cuanto más consuelo buscaba, más profundamente caía, y caía, y caía.
No llegué a hacer un duelo como los demás. Me hundí y me ahogué. Hubo que reanimarme, llevarme lejos del sufrimiento y darme masajes de paz por todo el cuerpo.
Ahora ya me encuentro mejor, lejos de aquellos que no me quisieron porque no me entendían, feliz de volver de nuevo a la vida, serena, aceptando el dolor y sabiendo tomar impulso desde él.
Me dijeron que estaba enferma. Creo que fue solo que estaba perdida.
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