Nube de azúcar: "Una muñeca rota"
Siempre sospeché que había algo en mí que simplemente... no estaba bien.
Mi cerebro era como un artefacto al que le falta una pieza necesaria para su correcto funcionamiento. Las decisiones que tomaba a menudo no eran las más acertadas. Si no, ¿por qué mi vida era mucho más complicada, inestable y sórdida que la de todo el mundo a mi alrededor?
Porque lo cierto es que yo era una drama queen en toda regla y parecía que a todo el mundo le interesaba mi escandalosa vida, como quien disfruta leyendo las revistas del corazón.
Durante muchos, demasiados años, me conformé con creer a los demás cuando afirmaban que era infantil, irresponsable y mala persona. Incluso, una vez, alguien muy cercano a mí me dijo que era incapaz de amar a nadie. ¡Ay, aquello sí fue un golpe bajo!
Tuve que soportar las constantes burlas e insultos a mis espaldas, los aluviones de críticas despiadadas y, en definitiva, sentir vergüenza de ser yo misma.
La suma de todo aquello se traducía en un dolor insoportable con el que tenía que convivir día tras día. ¿Cómo puede alguien vivir así?
Hasta que, un día, algo cambió para siempre. Mi doctora —con la calma y sosiego que caracteriza a los médicos cuando dan una mala noticia— me aseguró que padecía una enfermedad mental incurable: el trastorno límite de la personalidad, también conocido como TLP.
Me quedé de piedra. Seguramente tendría que haberme alarmado. Sin embargo, respiré aliviada.
Al fin sabía la raíz de todos mis problemas, cuál era el peso que desequilibraba mi balanza. Era una muñeca rota, defectuosa de fábrica, irreparable. Pero al menos ahora sabía lo que me sucedía y podría trabajar en ello.
Hasta hoy, he recorrido un largo trayecto, pero el viaje continúa. Con voluntad, terapia y medicación, el camino se allana y es mucho más fácil andar por él.
No pido a nadie que me comprenda. Sé que mi carácter y mi conducta a menudo son difíciles de entender. Ni yo misma me entiendo muchas veces. Lo único que pido es respeto. No le hagas a nadie lo que no te gustaría que te hicieran a ti, porque esto es como la lotería: mañana también te puede tocar a ti.
Cuando tienes una enfermedad mental, muchos querrán apartarte de su camino como si tuvieras la peste, solo porque eres diferente. No merece la pena malgastar ni un minuto de tu tiempo con personas llenas de prejuicios.
Pero también hay muchas personas que me quieren tal y como soy, con mis virtudes y mis defectos. Y, ¿sabes qué? Que yo también me quiero, cada día un poco más, porque puedo decir con orgullo que lucho a diario para convertirme en la mejor versión de mí misma.
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