Hoy es su primer día de trabajo. Se le nota nervioso, pero eso nos ha pasado a todos, y eso que la jefa es una tía maja que se preocupa por nosotros. Aunque también es exigente y quiere que hagamos las cosas bien. Yo me quedé dormido un día porque no sonó el despertador del móvil. No lo había puesto a cargar y se quedó sin batería y se apagó; me desperté cuando oí levantarse a mi hermana, que es muy ruidosa. Llegué tarde, sin desayunar ni afeitarme. La jefa me dijo que por una vez no pasaba nada, pero que tenía que intentar que no se repitiese así que desde ese día compruebo que está cargando antes de acostarme. Además me he comprado «un despertador de los de toda la vida», como dice mi padre, de esos que tienen pilas y suenan como los grillos en verano.
El chico nuevo se llama Beltrán, que no lo he dicho. Es más alto que yo, aunque eso es fácil porque yo soy bajito, usa gafas y habla poco. Como conozco el supermercado como la palma de mi mano, el encargado me pide que se lo enseñe y le explique todo.
Pienso que lo mejor es llevarlo primero al almacén. El almacén es mi sitio favorito. Allí dentro hay de todo: botellas de lejía, cacahuetes, agua con gas y sin gas, coco rallado, champú,… y con tantas cosas puedes imaginar miles de historias. Al pasar al lado de las latas de tomate, que están impacientes por que les llegue el turno de marcharse, les acaricio la etiqueta y cierro los ojos para desearles que el cliente que se las lleve a casa sepa cocinar unos buenos macarrones, como los de mi hermano Benito, que los hace para chuparse los dedos.
En esos momentos Beltrán me mira raro, como si no entendiese lo que digo o pensase que estoy loco, así que me dejo de historias y solo le hablo de temas profesionales como que cuando se juntan varios repartidores y se ponen a descargar la mercancía con las carretillas hay que tener mucho cuidado para que no te atropellen. Y también le enseño los códigos que usamos para ordenar los productos según el departamento y cómo se maneja la etiquetadora. Él lo entiende todo a la primera, ¡es un chico listo!
Después pasamos a la tienda. Le presento a Julia y María, las cajeras del turno de mañana que en ese momento cuentan y colocan las monedas del cambio. Son muy simpáticas. Julia está embarazada así que pronto aumentará la familia. Estoy deseando conocer al bebé. Le explico a Beltrán que yo voy a ser como un tío para el niño y entonces él contesta, así como enfadado, que si él tuviera un hijo no dejaría que ningún deficiente mental como yo se acercase a él, y después se marcha sin despedirse. Aunque no ha hecho falta, porque acaba de despedirlo la jefa. ¡Qué pena, con lo normal que parecía el chaval!
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