domingo, 3 de mayo de 2020

En un lugar de la cancha

Solía esconderme, solía disimular, solía mentir cuando me preguntaban, hasta que de pronto recordé la historia de aquel tipo. La había leído vagamente, por obligación, en mi adolescencia, y volví a leerla, esta vez desde una mirada adulta, durante varias madrugadas, aprovechando mis largas horas de insomnio.

En cuanto pasé la última página supe que él era como yo. Sí, a don Quijote también lo llamaban loco, pero ahora es el símbolo de los sueños imposibles, de la lucha, del idealismo. 

Armado con la fuerza de su espíritu convoqué una rueda de prensa y confesé, al fin, la verdad, que no llevaba tanto tiempo de baja por una lesión muscular recurrente sino por algo que me había acompañado a lo largo de toda mi vida y que, en ocasiones, se agravaba: la depresión. 

Al hablar sentí que un enorme peso se desalojaba de mi pecho y, aunque seguía teniendo miedo ante la posible reacción de los aficionados, prometí que regresaría mucho más fuerte, prometí que ya no tendría vergüenza, y prometí que nunca jamás me dejaría derrotar de nuevo por ningún gigante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario