viernes, 28 de febrero de 2020

Esperanza


Voy a cumplir medio centenar de años, con una buena salud y no recuerdo haber pasado un día en mi vida, que no haya pensado que soy un montón de músculos y de carne puestos aquí un amanecer, fruto de un polvo, no valgo para nada, si acaso para que descarguen sobre mí los deseos reprimidos de un hombre que no me ama, que solo se emociona con el fútbol.

Estoy cansada y no puedo más, no soporto ese viento que levanta el polvillo que entra en mis ojos, que me hace llorar.

Me detengo, lo hago ante el drogadicto que se acerca a mí, con los ojos saltones, pienso que me va a robar el poco dinero que no le voy a dar, prefiero que saque su navaja y la clave en mi cuerpo, que se desangre, solo le voy a pedir que sea certero para que no me haga sufrir mucho, no quiero más dolor, ni más pesar, sólo un final rápido que me libere de esta soledad.

-No te voy a dar nada…-le digo- tengo dinero pero no te lo voy a dar.

-No lo quiero señora, se parece tanto a mi madre, murió de pena por mi y solo quiero que me dé un beso y desearle una Feliz Navidad, como me gustaría hacer con ella y pedirle que se cuide para que el próximo año pueda hacer lo mismo.

Manuel de segundo


Primera parte. Locura.

No existía. Juan Lo sabía, porque se lo había dicho muchas veces MJ, la doctora que lo trataba en el centro de salud mental, y él quería creerla. Ella nunca le mentiría. Aquella voz que oía, a la vez tan dentro de su cabeza como fuera, rodeándolo, no podía ser real. Pero por más que se esforzaba no lograba disiparla. Los medicamentos la habían acallado durante un tiempo, pero había vuelto, aunque más distante, menos sonora. Y ahora no era solo una voz.

El hombre que siempre había habitado en su cabeza, Giuseppe, había sido conocido en vida como Pio XII, pero él lo llamaba por su nombre de pila, a pesar de la santidad de su cargo. Tantos años juntos habían hecho crecer entre ellos cierta confianza. Ahora se le presentaba ante él, en aquel frío amanecer, en medio de aquel campo perdido que él recorría como alternativa ineficaz al pertinaz insomnio que lo asolaba.

Estaba a unos cien metros, de pie, esperándolo, vestido enteramente de blanco, con la cabeza al descubierto, en la cual solo conservaba un poco de pelo níveo en la parte posterior, y con la mirada fija en él, mientras estiraba los brazos, reclamándole.

Debería sentir miedo, pensó mientras se acercaba al fantasma de un papa que se reencarnaba ante él, pero no era así. Cada vez podía escucharlo con más nitidez, repitiéndole "Tú...eres tú…", con voz trémula, casi inaudible a través del silencio de aquel amanecer grisáceo, en medio de ninguna parte. Qué poco locuaz, para lo que solía ser Su Santidad. Se emocionó al pensar que estaba a punto de tocar la piel del que tanto le había hecho sufrir, por culpa del cual le habían llamado loco, trastornado, ido. Ahora todo el mundo sabría que era real, que estaba ahí, y que él no era un esquizofrénico, como todo el mundo pensaba. Lo arrastraría al mundo. Les haría ver la verdad.


Segunda parte. Vejez.

Frío. Mucho frío. ¿Dónde estoy? ¡Mamá! ¿Dónde está mi madre?... Qué frío. ¿Por qué estoy aquí? Me han dejado solo. Malos. Tengo que ir a trabajar. Las obras. Tengo cien obras a mi cargo. Se me hace tarde. Me voy a hacer polvo la cabeza. Son muchas obras. Muchos obreros. Tengo cien obras. No recuerdo nada ¿Qué hago aquí? ¡Papá! ¡Eres tú! ¡Ya vienes! ¡Estoy aquí! ¡Papá! Tengo frío. Ven a por mí. Tengo miedo. ¡Eres tú! ¡Eres tú!


Tercera parte. Lucidez.

A un metro de distancia ya no parecía tan imponente. ¿Dónde estaban los ropajes de papa de Giuseppe? El amanecer llenaba cada vez más de claridad lo que antes había sido neblina. Aquel no era su Giuseppe.

-Don Julio, ¿Se ha perdido?

-¡Papá!

El anciano lo abrazó con desesperación, emitiendo un llanto sin consuelo. Juan lloró también, como hacía años que no lo hacía. Estuvieron fundidos así durante un minuto, calmando mutuamente sus terrores.

-Vamos. Le llevaré a su casa. Estará helado.

-Ya no.

Ahora podría dormir.

jueves, 27 de febrero de 2020

Alicia en el país de las ansiedades


“Lo mejor será que bailemos
¿Y qué nos juzguen de locos, Señor Conejo?
¿Usted conoce cuerdos felices?
Tiene usted razón. ¡Bailemos!”

Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas.


“¡Qué rarita es esta niña!”

¡Cuántas veces habrían pronunciado esa frase mis padres! Al principio, cuando creían que no los oía; más tarde, ni se molestaban en disimular en mi presencia. Me comparaban constantemente con mis hermanas. Raquel, la mayor, tan formal y tranquila. Mónica, la pequeña, tan adorable y simpática. Y yo, siempre en medio, siempre teniendo la impresión de romper esa felicidad tan de postal de la que hubiesen podido gozar si no fuese por mi presencia.

Mis dedos eran asquerosos. Me mordía tanto las uñas que no me quedaba piel, y el resultado era como unas porras sangrientas, a veces infectadas. Me dolía horrores y aún así era incapaz de dejar de autoinfligirme ese castigo. Era mi penitencia por no ser “normal”. El dolor físico de los dedos en carne viva me hacía olvidar el dolor del alma por no comprender qué pasaba conmigo.

Cuando ya no podía seguir desprendiéndome de trozos de uñas y pieles, empezaba con el pelo. Mechones enteros, de raíz. Ni los bofetones ni los zapatillazos servían para frenar mi compulsión. Eran los ochenta. En mi entorno, a los críos se les educaba a base de castigos.
“¡Loca! ¡Estás loca!”

La frase de mi madre retumbó como una onda expansiva. Yo no era más que una adolescente perdida en un mundo demasiado grande. Pero ella, Doña Perfecta, no podía permitir que su hija no fuese lo que ella consideraba un dechado de virtudes. Se avergonzaba de mí. Apenas me dirigía la palabra si no era para recriminarme cualquier cosa que hubiese dicho o hecho.

Tardé muchos años en entender, y en entenderme. Empecé a liberarme cuando por fin asumí que nunca, jamás, podría complacer a mis padres. Que éramos demasiado opuestos. Que debía tomar mi tren sin ellos. Sola, pero aliviada, decidí, como dice la canción, “pintar mi alma como alas de mariposa”. El espectáculo debe continuar.

Tuve suerte, lo reconozco. Salir del entorno tóxico de mi antiguo hogar y conocer gente abierta de mente y espíritu fue como volver a nacer. Me ayudaron a tratar mis ansiedades. Descubrieron el porqué de mis angustias. La música me salvó la vida. Tengo una canción que me ayuda a respirar cada vez que me siento sobrepasada. Es curioso. Alguien a quien nunca conoceré, hace varias décadas, en otro idioma distinto al mío y a muchos kilómetros de aquí escribió un tema que me conecta mentalmente con él. Mis padres, si lo leyesen, dirían de nuevo que estoy loca. No importa. He hecho de mis defectos inspiraciones, y he descubierto fortalezas que jamás supe que tenía. Por fin podía manejar mi vida.

Por eso, cuando tuve que buscarme un alter ego, un nombre artístico, no lo dudé ni un instante: Alicia. Esa soy yo ahora. Pero, sobre todo, soy feliz.

El barco de todos


Me llamo Victoria y dentro de una semana debo entregar un reportaje sobre salud mental para el periódico en el que trabajo. Durante mi carrera en medios de comunicación, he tenido que cubrir varios reportajes relativos a la enfermedad mental con un altísimo grado de estupor.

Llamar loco, perturbado o desequilibrado a un enfermo mental. Subrayar el estado de una persona afectada por esta problemática para crear un texto amarillista sin fundamento alguno. Mezclar sin ningún tipo de conocimiento varias patologías. Y, lo que no deja de ser terrible, optar por la compasión para hablar de personas con sentimientos.

Mi jefe considera que todo reportaje sobre salud mental tiene que centrarse en la peligrosidad e impredecibilidad de los pacientes. Cuando hace un tiempo le dije que mi hermano Iván era una persona discapacitada y que acudía desde hace años a un centro especializado tuvo que callarse la boca. Desde entonces, me encarga a mí los reportajes que él denomina "sensibles" porque piensa que les daré un toque del que él carece.

Si tuviese una varita mágica crearía un mundo sin padecimiento ni desigualdad donde solo importara el ser. Un lugar donde sus habitantes estuvieran en paz consigo mismos y ayudasen al que sufre por ser diferente. No solo le ayudarían, se pondrían en su lugar y asumirían su diferencia como propia.

Es lo que yo llevo haciendo toda mi vida con mi hermano Iván y lo que mis padres me han inculcado…

Perfilaré el reportaje estableciendo un paralelismo entre algunos de los grandes genios de la historia, como Munch, Van Gogh e incluso Churchill, aquejados de algún tipo de enfermedad mental, y nuestros pequeños genios del día a día, como mi hermano Iván.

La clave es la normalización. Así que empezaré de ese modo el reportaje.

A lo largo de mi vida, desde mi mismo núcleo familiar, he vivido la enfermedad mental en primera persona. Ha marcado el modo en el que pienso y en el que actúo. En mi opinión, lo ha hecho para bien. El enfermo mental no es un proscrito, sino una persona que merece ser amada, aceptada y entendida y que, como un boomerang, proporciona una visión de la vida muy enriquecedora a quien está a su lado.

¿Qué pasa conmigo? Me pregunto en que estadio me sitúo yo, en qué nivel. No tengo nada de especial ni de lumbreras, pero mucho de inconsciente y de tonta. Dedico demasiado tiempo a pensar sobre mí misma, a analizarme. Conozco muy bien la teoría, pero jamás la pongo en práctica.

Iván tiene un diagnóstico. Yo, no.

Él sabe ser feliz a su manera, yo me hundo a mí misma constantemente. Requiere mucho valor coger al toro por los cuernos para ponerse la vida por montera.

Mi hermano se la pone. Yo, no.

¿No tendría una enfermedad mental con lo que acabo de describir?


Así que asumamos que todos estamos en el mismo barco. Ese será el subtítulo de mi reportaje. Seguro que le gusta a mi jefe…


viernes, 21 de febrero de 2020

Bases de la concocatoria del 2020



Bases del Primer Concurso de relatos cortos sobre salud mental
 "Construyendo cultura en salud mental"


CONVOCANTES
La Plataforma “Salud Mental y Cultura”, integrada por la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital de Los Arcos-Mar Menor, las concejalías de cultura de los municipios de Los Alcázares, San Javier, San Pedro del Pinatar y Torre Pacheco,  la asociación AFEMAR y la Fundación entorno Slow-Proyecto Neurocultura de Torrepacheco, convoca el I Concurso de Relatos Cortos sobre Salud Mental “Construyendo cultura en salud mental”.

OBJETIVO
El tema del concurso girará en torno a la Salud mental. En este sentido, se debe nombrar esta palabra, un derivado o hacer referencia en el contenido a la misma. Se valorará especialmente los relatos que ayuden a superar el estigma y reducir los prejuicios. De la misma manera, se valorará la originalidad, creatividad y calidad literaria de los trabajos.

PARTICIPANTES
Podrán participar todas aquellas personas que lo deseen, mayores de 18 años, de cualquier nacionalidad y país de residencia. Podrán participar también menores de edad, siempre que se adjunte una autorización firmada por el padre, madre o tutor, autorizando a participar en el Concurso.

Será excluido cualquier participante cuyo trabajo haya sido premiado en otro concurso.

La participación en el concurso será gratuita e implica la aceptación de las presentes bases.  incumplimiento de alguna de las bases dará lugar a la exclusión del participante del presente concurso.

FORMATO DE LOS RELATOS
Las obras tendrán una extensión máxima de 500 palabras (sin contar el título), escritas en castellano. Únicamente se admitirá una obra por participante.

FORMA DE ENVÍO
La forma de envío será telemática mediante correo electrónico enviando dos mensajes a dos direcciones diferentes. Las personas que gestionan estos correos son de distintas instituciones y no tienen ningún vínculo, así que le es imposible al jurado saber la persona autora del relato que evalúa. Los correos se deben enviar en el mismo compás de tiempo, primero uno a una dirección y al momento otro a la otra dirección.

Primer correo. Se debe enviar a saludmentalycultura.relatos@blogger.com, poniendo en asunto el seudónimo y el títuo entre comillas y en el cuerpo del mensaje el relato, que así mismo estará encabezado por seudónimo y título.

Segundo correo. Se debe enviar a saludmentalycultura@gmail.com, poniendo en asunto “Para el concurso Construyendo cultura en salud mental”, seudónimo y título del relato; y en el cuerpo del mensaje los siguientes datos personales: Seudónimo, título, nombre y apellidos, edad, correo electrónico y teléfono, (en caso de ser menor de 18 años, en adjunto se enviará la autorización firmada del padre, madre o tutor).

Enviar estos dos correos tal como se explica en este punto, es fundamental para a la hora de cruzar los datos de los seleccionados, sepamos quién es el autor del relato.

PLAZO
Los trabajos deberán enviarse antes de las 23:59 horas del 01 de mayo de 2020.

JURADO
El jurado estará compuesto por representantes de “Salud Mental y Cultura”, escritores y por usuarios de salud mental, cuyo nombre será revelado junto al fallo.

FALLO
El fallo se anunciará de forma pública el día 21 de mayo de 2020 durante el acto por el aniversario de la Unidad de Salud Mental en el salón de actos del Hospital de Los Arcos-Mar Menor. Previamente se hará público el nombre de los finalistas a través de las redes sociales, y de modo privado a través del correo electrónico.

El fallo del jurado será inapelable.

PREMIO
Se establece un único ganador, que recibirá un premio de 500 euros en metálico. Se seleccionará de entre diez finalistas a los que se les hará entrega de una figura decorativa alusiva a su participación elaborada por usuarios de AFEMAR.

CESIÓN DE DERECHOS Y OTRAS CONSIDERACIONES
Los participantes autorizan que sus relatos sean publicados bajo seudónimo en en el blog
http://construyendoculturaensaludmental.blogspot.com/

Los participantes ceden los derechos de autor de sus relatos presentados al concurso al que se refieren estas bases DE FORMA NO EXCLUSIVA, tanto para su publicación como para su difusión en cualquier soporte.

Los finalistas y el premiado autorizan expresamente a la entidad convocante a utilizar con fines publicitarios sus nombres y su imagen como finalistas y ganador del concurso.

El relato ganador se leerá en el acto del segundo aniversario de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario de Los Arcos-Mar Menor.

Los participantes se responsabilizan del cumplimiento de las disposiciones legales vigentes en materia de propiedad intelectual y del derecho a la propia imagen, declarando, responsablemente que la difusión o reproducción de la obra en el marco del presente concurso no lesionará o perjudicará derecho alguno del participante ni de terceros.

La interpretación de estas bases y la solución a las dudas que pudiera plantear su aplicación, corresponderá al Jurado designado por “Salud Mental y Cultura”, al que se puede dirigir a través de correo electrónico enviando un mensaje a
saludmentalycultura@gmail.com y poniendo en asunto Duda.