lunes, 4 de mayo de 2020

Tiza

La llamaban loca, los más crueles torcían las bocas sarcásticamente, los críos en su inconsciencia, traveseaban al coro con esa palabra cuando ella aparecía. Los más cultos y asépticos la despachaban con un "está mental". Los más viejos, y de ellos, sobre todo ellas, bajaban los ojos como impulsados por una gravedad de tristeza y conocimiento, y arbitraban la realidad con una sentencia de suspiro: "Todo tiene un límite."

Fue renqueando mientras llevaba en un capazo quilos de ropa sucia al lavadero. A la altura de la escuela sintió flojera en las piernas y posó el gran barreño. La nostalgia y el dolor, le subieron por el cuerpo como si estuviera detenida encima de un hormiguero de maldad. Desde el interior del aula una niña la señalaba a través del cristal. Las demás alumnas interrumpieron sus tareas para contemplar a la antigua maestra. La monja en su función de docente reprendió a las crías, y éstas volvieron a sus quehaceres. La mujer represaliada extrajo del bolsillo de su bata una tiza y la besó, lo hizo con la misma fe y esperanza con que besaría un creyente un crucifijo.

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