lunes, 4 de mayo de 2020

Adentro y afuera

Son tiempos del coronavirus. En estos momentos no se sabe qué día es con facilidad, pero la hora es posible: son las 10:59. Ahora que las clases son en línea, las estudiantes se toman unos minutos extras para entrar cada mañana. Espero.

Escucho un estruendo tremendo afuera. No he oído nada parecido en los 36 días que tengo encerrada en casa. Es un aparatoso accidente en la esquina de mi calle. Un auto está volcado de cabeza y despidiendo humo. "¿Qué hacen afuera?" me sorprende la pregunta en la cabeza. 

Marco al 911. Veo a un hombre que camina empujando un carrito colmado de cosas, "indigente con una precaria salud mental" diagnostico. Se echa a correr hacia el auto. En segundos está trepado en el auto humeante, abre la puerta y saca al hombre que lleva un cubrebocas muy "in". El héroe anónimo, sin que nadie lo notara, se alejó y continuó empujando su carrito. 

Escuché a la ambulancia llegar, les conté en clase de aquel hombre con un nudo en la garganta.

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No sabía que hoy es el día 42 adentro, tuve que mirar el calendario y hacer cuentas. Estaba lavando una montaña de trastes y le vi llegar, maltrecho. Empujaba y al tiempo se sostenía del carrito con dificultad. Solo puede mover el brazo derecho y renquea. Lleva al cuello un trapo color marrón que asemeja una bufanda. Es el sin duda, pero está lastimado. 

Sigue sin traer cubrebocas, creo que no sabe que debería tener uno. Debe ser extraño ver de repente las calles solas y a la gente cubrirse el rostro y las manos sin saber por qué. ¿Tendrá idea de lo que pasa?

Lo observo con cuidado, el carrito está lleno de triques, bultos, cartón, botellas. Con muchos trabajos, moviéndose lentamente escoge tres mochilas. Las pone junto a sí en la banca y empieza a explorar sus detalles con la misma avidez que yo miro de vez en vez las semillas de chía pegadas en los vasos que nadie puso a remojar. Tallo y miro con igual fuerza. Abre pausadamente la cremallera de la mochila, hace que el tope plateado atrape la luz y la refleje, se queda mirándolo un largo rato. 

Voy a prepararnos algo, "¿preferirá papas o chayotes? ¿Le gustará el cilantro?". Un hombre alto con cubrebocas blanquísimo se acerca en bicicleta al camellón. Se aproxima al hombre-héroe-herido y le entrega una bolsa de papel. Él la toma, hace una mueca y la bolsa con el desayuno va a parar adentro del carrito. Parece no tener hambre.

Tocan. Cubrebocas negro, es Ana. Venía caminando para acá y encontró un pajarito. La miro perpleja, pero no parece importarle y entra. Pensó que seguro tengo algunas semillas que podamos moler para darle de comer al pobrecito. Lo logra, el pajarito come y canta. Me asomo a la ventana y él ya no está. Tenemos que hacerle un nidito al pájaro me dice Ana, porque al estar así nomás, afuera, las criaturitas se espantan.

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