Subí en el metro y ya empecé a notar que me ahogaba. Me faltaba el aire. El corazón estaba a punto de dispararse.
Me recordé que se trataba de un ataque de ansiedad, por desgracia no era la primera vez que me pasaba. Empecé a tratar de respirar contando la respiración, inspirar (uno, dos, tres, cuatro), aguantar (uno, dos, tres, cuatro), expirar (uno, dos, tres, cuatro), aguantar, y repetir.
Llegué a mi parada y empezaba a estar un poco mejor, aunque aún tenía las manos sudadas y estaba cansada y sólo acababa de comenzar el día.
Llegué a la oficina repitiendo que todo iría bien.
Pero sólo al entrar ya me preguntó mi jefa si había enviado un correo electrónico que era urgente el día anterior, y se me había olvidado completamente haciendo otras cosas. Me dijo que no pasaba nada pero que lo enviase ya. Me repetí que no pasaba nada que un despiste lo podía tener cualquiera pero ya se me había metido la duda en el cuerpo.
Y así pasó todo el día de un sufrimiento al siguiente.
Por la tarde tenía hora con mi psicóloga, no sabía qué decirle ya que volvía a dormir mal y cada vez tenía más síntomas de ansiedad, pero no quería volver a coger la baja, estaba harta de ser la pobre chica que tiene ansiedad pero me sentía atrapada y no sabía cómo hacerlo y estaba segura que también me criticaría por lo mal que lo había vuelto a hacer un día más.
Sin embargo, cuando llegué a la consulta y le conté mi día me felicitó ya que había identificado el momento exacto en el que la ansiedad me había empezado tanto en el metro y como lo había controlado como en el trabajo al empezar a preocuparme. Me recordó que la ansiedad es miedo al futuro y preocupación excesiva, pero que tenía que recordar que ahora estaba bien, que a pesar de mi miedo a que me echasen del trabajo ahora tenía trabajo y estaba bien.
Salí de la consulta sintiéndome mucho mejor.
Realmente tenía razón toda mi vida había vivido sufriendo por el futuro y criticándome demasiado a mí misma, siendo demasiado exigente conmigo. Pero está bien. Vivimos en una sociedad muy exigente y muy crítica con todo y hay gente que aguanta más, gente que disimula mejor y gente como yo que lo expresamos y lo controlamos menos. Pero todos nos sentimos inseguros, todos nos equivocamos, todos tenemos miedo y a nadie le gusta que lo critiquen aunque a todos nos guste criticar. Pero también somos fuertes y nos levantamos. Y lo que es mejor aún, siempre encontramos ayuda en el camino, ya sea de un amigo como de un profesional de la salud mental, como de un vecino o incluso un desconocido. Siempre podemos encontrar ayuda porque en mayor o menor grado todos pasamos por lo mismo.
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