Sin saber muy bien cómo había llegado, allí estaba. En medio del centro comercial, en uno de esos stands que se organizan durante el fin de semana. Con su producto. Por fin. Una máquina bastante compleja pero de uso y comprensión muy sencilla. Toda su vida le había costado. Simplemente con poner el casco sobre la cabeza de una persona, la Mentium 2000 podía evaluar el porcentaje de equilibrio mental del individuo y pronosticar el posible o existente trastorno, dependiendo de si el porcentaje era alto o muy alto.
La gente se amontonaba y todos querían probarla. Susana eligió diez personas al azar, de distintas edades y sexo, para tener un espectro más amplio de los datos. Uno a uno se fueron analizando. La cara de Susana se empezó a poner seria. 55, 63, 36, 38 y 61 fueron los porcentajes de los cinco primeros. Cuatro de ellos con síntomas de estrés. El quinto fue diagnosticado con ansiedad/depresión. La máquina a veces no era capaz de afinar con una enfermedad y daba varios resultados. A veces parecidos, a veces opuestos.
Fue una madre insistente la que quiso que sus dos hijos usaran la máquina con mucha tranquilidad, para demostrar que la máquina también daba resultados positivos. Ninguno de los niños pasó de 40% de equilibrio. Ansiedad y estrés. Estrés y ansiedad. Palabras constantes en la pantalla de la Mentium 2000. De repente, una fila inmensa de gente apareció para usar la novedosa invención. A un ritmo vertiginoso cada persona la usaba, le daba un resultado negativo y salía corriendo despavorido por el centro comercial. Pronto toda la primera planta era un completo caos de gente corriendo y gritando. Susana cada vez más agobiada. Si hubiera usado la máquina, habría explotado en ese momento. De entre tanta gente, un tipo alto, vestido de blanco, se sentó y se puso la máquina. 100% equilibrado. El hombre miró a Susana, se levantó y levitó hasta escapar por el techo del centro, sobre unos 15 metros de alto.
Susana se levantó de un resorte de su cama. La frente le sudaba y esa angustia onírica seguía dentro de su cuerpo. Poco a poco percibió que lo que acaba de vivir no era real y paulatinamente se fue tranquilizando, aunque con el desasosiego de que las personas a su alrededor no eran muy distintas a las del sueño. Agarró su cuaderno con la palabra "citas" escrita en la tapa y echó una ojeada. Hoy tenía el día completo en su consulta de Psiquiatría, pensando que si tuviera una Mentium 2000 todo sería mucho más sencillo.
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