lunes, 4 de mayo de 2020

Aprendiendo a quererme

Desde que tengo uso de razón, he sido muy exigente conmigo misma, en todos los ámbitos de mi vida. Siempre he sido autocrítica y responsable, pero me he exigido más de lo normal, y esa exigencia, me ha llevado hasta donde estaba.

Tras mucho esfuerzo, hace unos cinco años abrí mi propia consulta de medicina general en Madrid y debido al éxito que tuvo, me llamaron de uno de los mayores hospitales de Madrid, en el que llevo trabajando ya dos años. Por la mañana en un lado, y por la tarde en otro, mientras mi pareja se ocupa de la casa y de nuestras dos hijas. Es una situación difícil de llevar, no lo niego, pero siempre me excusaba diciéndome que era lo que siempre había querido. 

Todas las noches mis hijas (de tres años) y mi pareja me decían que me echan de menos y a mí se me rompía el corazón. Pero cuando intentaba tomarme un respiro, me llaman al móvil del trabajo desde el hospital, solicitando mi ayuda debido a alguna urgencia. Y aunque ser cirujana siempre había sido mi sueño, desde hacía un tiempo dentro de mi sentía que no podía más, me daban ataques de ansiedad, el estrés me estaba afectando a mi salud, y lo más importante, me estaba perdiendo la infancia de mis hijas. 

Tras muchos días pensando decidí pedir ayuda, pues no podía seguir luchando por la salud de las personas, si la mía estaba cada vez peor, y fue el principio de una nueva etapa. 

Durante mi tratamiento descubrí la importancia de la salud mental, que a pesar de que ya lo sabía, con la vorágine de mi día a día, se me había olvidado. Me recordé a mi misma la importancia de cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, y dar prioridad a las cosas en nuestra vida. 

Dejé un trabajo, para poder descansar, pasar tiempo con mi familia, y tener tiempo para dedicármelo a mi misma, a reflexionar y a cambiar la actitud que me estaba consumiendo. Comencé a hacer deporte y a cuidar mi alimentación, y a disfrutar de mis hijas como no lo había hecho antes. 

Desde entonces, todo ha ido a mejor. Mi consulta tiene cada vez más éxito, y mi familia y yo somos más felices. Esta felicidad se ve reflejada en mi exterior, en mi actitud ante la vida, pues soy mucho más positiva, y lo más importante en mi salud. 

Y es que comprendí, que, en el proceso de ser exitosa, me había descuidado a mi misma, y durante mi terapia me volví a encontrar, y me besé todas mis heridas, recordándome cuanto me quería.

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