Llegó con más de media hora de antelación a la última entrevista de trabajo en la sede de una conocida multinacional, por lo que pudo dar un par de vueltas a la manzana para relajarse.
A menos diez entró en la recepción. Tras tomarle los datos le dieron una tarjeta con la que pudo franquear los tornos y dirigirse a uno de los enormes ascensores.
Pocos segundos después se abrieron las puertas. Había más gente esperando, por lo que dejó que todo el mundo entrara antes de deslizarse hacia una de las esquinas. Nada más cerrarse las puertas, agarró con fuerza la carpeta en la que llevaba todos sus papeles pulcramente ordenados.
Al llegar a la sexta planta musitó un tímido "hasta luego" según salía del ascensor. Franqueó una puerta y le recibieron con una amable sonrisa a la vez que le indicaron que podía sentarse a esperar en un cómodo sofá hasta que le llamaran.
A los pocos minutos, la directora de recursos humanos, Eugenia Fuentes, le invitó a pasar a la vez que le ofrecía un café. Lo rechazó, no sin antes dar las gracias, pues demasiados nervios llevaba ya en el cuerpo.
Tras un primer intercambio de frases banales, se centraron en el interés de Sergio por la compañía y por ese departamento en cuestión. La entrevista fue transcurriendo con normalidad y la señora Fuentes asentía cada vez que él argumentaba su adecuación al puesto por su formación y actitudes. Algunas preguntas se las formuló en inglés e incluso le invitó a demostrar, con éxito, el nivel de francés intermedio que aparecía en su currículum.
Repasando cronológicamente su expediente académico, Eugenia se percató de un vacío de año y medio sin asignaturas aprobadas. Demasiado espacio temporal para una persona con tan buenas notas.
-¿Qué te pasó aquí, Sergio?
-Tuve que frenar en seco y ponerme en manos de especialistas.
Un breve pero incómodo silencio y un arqueo de cejas fueron suficientes para que se diera cuenta de que ella estaba esperando que continuara su narración.
-Anorexia. Estuve unos meses ingresado y después con terapia antes de reanudar mis estudios.
Eugenia respiró hondo y se concentró en las facciones de su entrevistado, antes de girarse y agarrar con las dos manos el marco que descansaba junto a la pantalla de su ordenador. En la fotografía aparecía ella con su marido y sus dos hijas, que eran poco más jóvenes que su candidato. Tras observarla detenidamente unos segundos la devolvió a su sitio original. Mirando fijamente a Sergio le formuló una pregunta con la que él no contaba.
-¿Puedes empezar mañana?
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