Ese verano estaba siendo especial para Javi. Había regresado al pueblo de sus padres después de una difícil temporada sumido en una profunda depresión. Gracias a su esfuerzo, al apoyo de la familia y a la labor de muchos profesionales de la salud mental, logró poco a poco ir saliendo del túnel y la pequeña luz que empezó a vislumbrar en un momento dado, fue paulatinamente aumentando en intensidad y ahora se encontraba totalmente recuperado y con unas tremendas ganas de vivir. Eso se notaba en su cara y sobre todo en el ánimo de su familia que lo había pasado muy mal acompañando a Javi en esos duros momentos sin saber muchas veces como podía ayudarle y sufriendo esa frustración en silencio.
Sus amigos del pueblo no eran ajenos a la situación que había vivido el chaval y habían sido testigos del drama por el que había tenido que transitar. Ahora lo notaban como en sus mejores momentos y sabían que podían hablar con él de todo con absoluta sinceridad, incluso de esa mala época vivida.
Una noche de agosto, la pandilla de Javi se dirigió, ya de madrugada, a un apartado lugar del pueblo donde la oscuridad les permitiría contemplar toda la belleza de la anunciada lluvia de estrellas.
-¿Habéis pensado ya vuestro deseo?, preguntó Lola.
-Claro, contestó convencido Fede.
-¿Vas a pedir tú alguno?, interrogó la tímida Rosa a Javi, que estaba bastante callado.
-Creo que esto es una chorrada, ya sabéis que soy un poco raro, pero tampoco quiero fastidiaros la magia del momento, respondió.
En ese instante una hermosa estrella fugaz surcó la bóveda celestial hasta desaparecer dejando impresa en la negrura de la noche su brillante estela. Tras ese maravilloso momento, alguien rompió el sobrecogedor silencio que siguió al espectacular fenómeno astronómico:
-Vámonos ya de aquí, que hace un poco de rasca.
-Al final, ¿pediste algún deseo, Javi?, insistió Rosa mientras regresaban al pueblo.
-Sí, pero es secreto, ¿no?
-En tu caso no importa, le contestó Jorge, como eres un incrédulo no te afecta para nada.
¡Qué lo cuente!, ¡qué lo cuente!, pidieron todos sus amigos a coro.
-Si lo cuento, puedo joderos los vuestros, les advirtió Javi, después de hacerse de rogar un rato.
-Venga tío, no pongas más excusas, dijo Pepe.
-Está bien, mi deseo fue… que se cumplieran todos los vuestros. No podía ser tan hipócrita de pedir algo para mí cuando no creo en estas cosas, pero viendo la ilusión de vuestros rostros, me encantaría que se cumpliese todo cuanto habéis soñado.
En ese instante, se volvió a repetir un extraño silencio y entonces las miradas de Javi y Rosa se cruzaron como atraídas por una misteriosa energía. Él se acercó a ella, cogió su mano entre las suyas y la sorprendida chica se estremeció de felicidad como nunca antes en su vida. Su deseo había tardado muy poco en empezar a cumplirse.
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