Abril nació allá por los años sesenta, en una familia humilde, llena de hermanos y una madre que parecía ser un ángel enviado del cielo. Todos eran felices, jugaban y saltaban por el patio trasero de la casa, menos Abril. Ella prefería estar sentada en la tubería que salía de la casa y poner allí sus barquitos de papel. Jamás compartía la ropa con sus hermanas y era la más inteligente de su clase, tanto que se aburría.
Fue creciendo y distanciándose de los demás, prefería sentir su propio mundo, papal sus propios pensamientos que la llevaban a ese desconocido lugar donde se sentía realmente libre.
Tenía pocos amigos, pero eran inseparables y cuando se enamorada daba todo lo que tenía en sus manos para ser perfecta para la otra persona. Cuando dejaban de quererla el cielo se teñía de negro y sus manos se llenaban de cristales, al golpear el cristal del baño con todo el dolor que sentía dentro de su pecho.
Poco a poco fueron creciendo en su interior flores de desolación, regadas día tras día por su falta de ganas de vivir.
El mundo exterior la hacía sentir juzgada por no poder hacer lo que ella quería en cada momento, cuando se pasaba semanas encerrada en el cuarto, la obligaban a salir, cuando dejaba de comer, la obligaban a comer y para ella todo eran continuos ataque con metralletas cargadas.
Su familia la sentaba y le preguntaba:
-Abril, cuando te duele la muela ¿a dónde vas?
- Al dentista. - Contestaba alicaída, pues ya sabía cuál sería la siguiente pregunta.
Así que inmediatamente se levantaba y se iba directa a su habitación. A lo lejos se escucha a uno de sus hermanos gritándole:
-Abril, solo queremos ayudarte, déjanos ayudarte…
Hasta que una mañana al despertarse, Abril miró su ventana, siempre cerrada, su ropa tirada por el suelo, las pastillas encima de la mesita de noche y restos de comida debajo de la cama y de inmediato comenzó a llorar.
Se levantó, llamó a sus hermanos, y les preguntó:
-¿Podéis llevarme al médico del corazón?
- ¿Al cardiólogo? ¿Te encuentras bien Abril?. - Le respondió su hermano aturdido
- No… al que siempre me habláis vosotros… a salud mental… ¿Allí me curarán esta tristeza?. -Respondió Abril entre lágrimas.
-Claro cariño, claro que sí. Vístete que vamos por ti de inmediato, no despiertes a mamá. - Dijo su hermano con una voz suave.
Cuando llegaron, llorando, se fundieron en un abrazo, el abrazo del comienzo de una nueva vida, para Abril y para toda su familia.
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