Hace mucho frío.
El sol brilla pero algunas nubes llevadas por el viento a veces velan al astro.
Es la mañana y desde adentro miro el jardín a través de la ventana amplia.
Este recinto es cálido. La madera predomina en los escasos muebles y los cuadros no destellan en colores.
Después de un rato de espera hago mi trabajo y cobro el dinero.
Este clima seguirá durante la tarde, cuando aprovecharé un rato libre para andar en mi auto por la carretera solitaria, descubriendo los secretos del bosque.
Me siento bien dentro de mi ropa abrigada. Hoy el café está más sabroso. Las tostadas crocantes las como así, solas, sin untarlas.
Me avisan de la siguiente entrevista. La persona habla. ¿Me habla? Después se va y quedo contemplando otra vez lo que hay tras la gran ventana. Me gusta que las cortinas estén corridas.
Salgo un momento a buscar un papel administrativo y afuera el clima cambia. Hay silencio. Poca actividad. Ya casi concluye el día laboral para mí. Termino mis informes y quedo libre pero no me voy aún. Me gusta estar aquí. Pienso. Reflexiono.
¿Soy feliz?
¿Dónde está mi depresión reactiva por una pérdida? ¿Es tiempo ya de haber elaborado el duelo?
¿Simplemente ese objeto ocupó un lugar sin haber sido un sujeto? ¿Qué podemos decir nosotros profesionales de la salud mental sobre nuestras propias indefensiones?
El sahumerio se apaga pero el aroma a pinos se queda y lo hará por largo rato, escapando fuera de este cuarto.
Quiero que en un día así estés conmigo.
Te sigo amando.
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