Hace ya unos meses, atrapado por el diverso mundo de la lectura y la enfermedad mental he tenido la inmensa oportunidad de leer un libro en el que salió esta frase: "La verdadera limitación es la amputación del corazón". No hay necesidad de ser un médico para afirmar que la amputación del corazón es imposible porque la persona sin corazón humano no puede vivir.
Esta frase habla del mismo corazón pero de una manera más interior y más profunda. Nos dice que el corazón golpea habitualmente amor, ternura, paz y fraternidad. Cuando no lo haces es porque la pereza, el miedo, la envidia e incluso el egoísmo han hecho una aparición.
Demasiadas veces la enfermedad mental que padezco ha superado con creces mis propios limites. Pero por suerte o por desgracia he aprendido a vivir, a ser feliz y a amar. No busco un milagro sino crecer rompiendo barreras.
He conocido a mucha gente que sufre. Estas personas me han enseñado que el corazón de una sociedad son, por un lado, todas aquellas personas que no pueden vivir de acuerdo con la Declaración Universal de Derechos Humanos y, por otro, todos aquellos valientes que tratan de hacer la vida más digna para los demás. También las personas con enfermedades mental que salen a la calle y caminan.
No hay necesidad de tener un corazón fuerte para ayudar a los que tenemos al lado. Somos frágiles y de esta fragilidad tenemos que seguir amando a la persona que llama a nuestra puerta en silencio o con voz alta. Al final, nuestro corazón tiene sed de ser solidarios. Un corazón sincero es el que atrae sonrisas y da amor gratis.
Doy las gracias a mí familia, hoy y siempre, porque sin ella no soy nada. Doy gracias a mis amistades, hoy y siempre, porque me ven normal. Doy gracias a mí universidad, hoy y siempre, por permitir que sea yo quien me adapte a ella. Doy gracias a mí sociedad, hoy y siempre, por permitirme dar voz a quienes no tienen voz. Doy gracias a mí vida, hoy y siempre, por ser como es.
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