PDO. SAETA
Necesito ayuda. Me pico la clase de Historia. En las páginas amarillas busco psiquiatra. El más cercano se apellida Núñez. Acudo sin cita. Con los apuntes bajo el brazo. Sin que mi madre sepa. "O me ayuda o me mato". Debo parecer un naufrago. Me aprieta la mano. Señala una silla. Va a escucharme. Le cuento un poco por encima, aunque no sé muy bien por donde empezar. Por el bullying en el Instituto. Por la soledad. Por la falta de autoestima. Por el miedo. Por la violación. No puedo sola -digo. No paro de temblar. Ni de llorar. Ni de correr espantando a mi sombra. Dos veces por semana paso por debajo del cartel "Salud Mental" ¿Me estoy volviendo loca? La locura es otra cosa- dice. No es depresión. Es rabia. Pánico a los chicos. Que ni me toquen. Compra estas pastillas. Para tu cabeza. Calman. Te sentirás más tranquila. ¡Que vergüenza en la farmacia de siempre! Habría preferido comprar tampones o preservativos. O la píldora del día después. ¿Medicinas para la locura? Sueño. Me dan mucho sueño. Casi me duermo de pie. No me dejan pensar. Menguan ese miedo intenso que me hace temblar. Pautas. Una tras otra encaminadas a retomar las riendas de mi vida. Refuerzo. Un tú si puedes. Silencios. Tiempo para poder sacar de dentro la angustia. Nada de prisas. Otra oportunidad en la siguiente cita. Despacio. Hasta donde puedas. No, no te va a dar un infarto. Llora si lo necesitas. Un estás mejor, sin interrogantes, con determinación. Citas cada semana. Una visita a la unidad de agudos. Los que están peor que yo. Luz. Menos cartas de despedida. Adiós a los impulsos de lanzarme delante de las ruedas de un autobús. Esperanza. Pensamiento positivo. Citas cada mes. Antes del alta definitiva, un apretón de manos. Una confesión de mi terapeuta. "Cuando te vi por primera vez, admiré tu valentía. Pocas niñas tan jóvenes vienen a pedir ayuda sin que nadie las empuje" Mi agradecimiento. Para salir del pozo, siempre hace falta que alguien te eche una cuerda. Y te meta en la cabeza que todo va a salir bien. Vida normal. Aprendizaje. Aún hoy, nos hablamos con mi terapeuta. No como terapeuta sino como amigo. Aunque se mete dentro de mi cabeza como terapeuta. Al ver el orden, sonríe. Le debo tanto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario