martes, 28 de abril de 2020

Mis vecinos

Regento un bar desde hace años. Es el bajo de un edificio de varias plantas. Hace un par de meses que hay nuevos vecinos. Los chicos, educados, me piden un café (descafeinado), y lo toman en silencio en la mesa situada más al fondo. También viene otro chico, que en lugar de sentarse en una mesa se toma el desayuno en la barra. Eso significa que busca conversación (ley de hostelería de primero). Se llama Chema, y es el administrador del piso en el que viven estos cuatro nuevos vecinos. Me cuenta que es asistente social, y que por favor no les ponga cafeína a los muchachos, pues interfiere con su medicación. Todos ellos tienen enfermedades psiquiátricas pero gracias a un nuevo proyecto, tienen la oportunidad de salir de las alas protectoras, y, a veces limitantes, de casa de los padres y emprender la autonomía que cualquier persona adulta necesita. De hecho en este tiempo incluso yo, que los veo apenas media hora al día, he notado que están más sueltos y con otro humor (menos introspectivos, podría decir). Chema se encarga de ayudarles en la gestión del dinero, de las compras, de la organización doméstica y de la higiene personal. Para acceder a estos pisos tutelados, Luis, Felipe, Pepe y Miguel Ángel, así se llaman, han pasado exámenes psicológicos para descartar un carácter conflictivo que impida la convivencia. Ese carácter pacífico o conflictivo forma parte de la forma de ser intrínseca de cada persona, no es producto de la enfermedad. Vamos que buena y mala gente hay en todos los estratos de la sociedad, eso es de cajón. Hoy, me decía Chema que un vecino le ha dado quejas, y que hay otros varios que no suben al ascensor a la vez que ellos. Le he dicho que hable muy seriamente con todos, y que les diga que de ningún modo agredan a ningún vecino o si no les van a subir el alquiler. Nos hemos reído buen rato con la ocurrencia.

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