miércoles, 29 de abril de 2020

Te veo y no me ves

Me llamaba sin nombre y vivía en ese sin lugar tan singular. Iba al colegio sin amigos y cuando estaba en el recreo y me comía el bocadillo me daba cuenta de que acababa de destruir lo único que me hacia compañía.

Con el paso de los años aprendí a abrazar el vacío. Al principio me costó porque me creía su polo igual; pero poco a poco me llené de dolor, rabia, asco y sufrimiento. Y así fue nuestro flechazo: empecé a ser el polo opuesto del vacío y nos enganchamos. Como todas las parejas nosotros también teníamos nuestra canción. Bailábamos juntos entre los gritos estremecedores de mis entrañas y teníamos el detalle de poner buena cara, sonreír siempre al público y ser dulces. Yo era dulce, y a las aves carroñeras les gustaba mi sabor. Era tan dulce que incluso me comieron varias veces sin pedir permiso. E incluso en esa escena, sangrando, yo seguía bailando y sonriendo. ¡Qué bien baila! ¡Y cómo sonríe!, decían. 

Conocí a dos monstruos que hicieron que mi canción fuera tan insoportable que se me perforaron los tímpanos. Pero aun así yo seguía bailando. Tenía las piernas rotas, los brazos amputados, el cuerpo rasgado y el alma partida; pero yo seguía bailando. Y al público le encantaba eso. 

Recuerdo el día de la explosión. Llevaba pantalón negro, camisa blanca, tacones y el pelo semi recogido. De repente ya no podía bailar ni sonreír. Me caían las lagrimas por las mejillas, el dolor que sentía me resultaba incompatible con la vida y no había nada dentro de mí que pudiera calmar esa agonía. Estaba muerta sin estarlo y estaba viva sin estarlo. Me miraba al espejo y veía a un cadáver sin una pizca de luz. Y me miraba dentro de la pupila esperando ver un pequeño destello de algo, pero no había nada. 

Decidí apostar por ese cadáver. Ya no podía sobrevivir porque había muerto, pero podía renacer. Y así empezó mi nueva melodía. Aprendí a aceptar e integrar el dolor, a reconducir el sufrimiento, a perdonar lo que no pude hacer y a quererme por todo y a pesar de todo. 

Me quiero. 

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