Contemplar el exterior a través de la ventana sentado en la silla de ruedas. Desde el cuarto llega la perorata incesante, día tras día, aunque la voz se aprecia con buen timbre y gamuzada… suave. Día tras día con sus noches y no atreverse apagar el televisor por el pánico que embarga ser devorado, triturado, engullido sin rastro por las fauces insaciable del silencio.
El noticiero inocula la catástrofe pandémica, muy a pesar, aunque después se debe asistir al psiquiatra. El bombardeo informativo tortura, según las pautas del rating, y el mutismo puede acabar con tal existencia al término de la distancia como el veneno medicado que opera con lentitud.
Estar estacionado en el formato de la ventana encolado a la silla de ruedas.
Alguien transita la calle observando con pausado disimulo aquella obra; no sea captado y descifrado en tal acto de conmiseración .
No hay comentarios:
Publicar un comentario