—¡No lo entiendes! ¡Te lo he explicado mil veces!
—¿Qué no entiendo?
—No entiendes que no tengo ganas de nada. Que llevo un tiempo sin querer salir ni hacer todo lo que me gusta, y ni ser capaz de levantarme de la cama.
Adrián estaba harto de tener la misma discusión con su padre.
—¡No digas tonterías! Eres muy joven, tienes dieciséis años, tienes toda la vida por delante. Queda con tus amigos y diviértete.
—Apenas tengo, ya lo sabes, pero aun así no tengo ganas.
—¿Cómo que no tienes amigos?
—Sabes lo tímido que soy y lo rápido que juzga la gente, y más con las redes sociales.
—Pues quítatelas —le sugirió su padre.
—No es tan fácil.
—Sí lo es.
—Pero no es solo eso. La gente tiene prejuicios, eso no se puede evitar, pero sí se puede evitar que por ellos se deje de conocer a una persona. — A Adrián se le habían empezado a empañar los ojos. No recordaba la última vez que había llorado delante de él.
Su padre no dijo nada, solo le observaba, intentando comprenderlo. Comenzaba a notar que esto iba más allá, parecía grave.
—No sé cuándo empezó, estas cosas no tienen fecha, no avisan. Al principio pensaba que sería un bajón; pero poco a poco empecé a encontrarme peor conmigo mismo. Llegó un punto en el que no sabía para qué estaba aquí si no le hacía bien a nadie, parecía que solo estorbaba. — Tuvo que hacer una pausa, nunca le había dicho todo esto—. Tengo un nudo en la garganta que no sé desenredar, por mucho que llore todos los días no desaparece. — Al pronunciar estas últimas palabras, Adrián no pudo contener más las lágrimas. ¿Cuántas veces habría llorado ya? — No sabes lo que es que te pregunten "¿Estás bien?", y solo con esas dos palabras te entren ganas de llorar y no parar, y sin embargo, tengas que sacar una sonrisa y asentir, porque sabes que si abres la boca no podrás frenar el sinfín de lágrimas. Porque poco a poco, lo que antes era una sonrisa, ahora es una lágrima.
Tuvo que parar a tomar aire para poder seguir. Su padre le escuchaba atentamente mientras se secaba las lágrimas antes de continuar.
—Llevo un tiempo pensándolo y necesito ayuda, solo no puedo más. Me ha costado verlo pero ese es el primer paso, reconocerlo, no estoy bien. Papá, no estoy bien y necesito que lo entiendas y me apoyes, porque solo no puedo. Si es duro escucharlo, imagínate decirlo, y vivirlo.
Su padre no era capaz de pronunciar palabra alguna, no sabía qué decir. Pensaba que se le pasaría, que serían problemas de adolescentes y hormonas. Nunca llegó a imaginar todo lo que Adrián tenía en la cabeza, aquellos pensamientos y cómo le afectaban. Miró a su hijo de nuevo, sonrió y antes de que pudiera decir nada, este le dijo:
—No tengo ganas de nada, solo de estar bien.
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