Algunas noches escucho llorar a un niño, ese sonido se me mete en los oídos y no puedo pegar ojo. Parece proceder de la habitación de al lado, le digo a Juan, mi marido. No se te ocurra levantarte. Ni lo pienses siquiera, por favor, me dice él con cierto enfado. Cierro los ojos, me tapo la cabeza con la almohada. A veces dejo de oírlo; otras, me resulta imposible. Intento pensar en otra cosa: Mañana tengo que ir al psicólogo, desde que aborté no me encuentro muy bien, pero antes tengo que visitar a mamá. Luego, cuando regrese tengo que pintar esa habitación vacía…
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