martes, 28 de abril de 2020

El Tedio.

El tedio amenazaba en aquel entonces con subirse desde la quietud de mis pies, centro arriba hasta el cuello, para asfixiarme súbitamente, apretándome con su instinto constrictor y metiéndose por mis ojos, oídos y boca para crecerme por dentro como la delicada hiedra. Fue durante el primer semestre de aquel repetido año 20. Yo no podía permitirlo, recuerdo que cerraba los ojos y respiraba profundo tratando de que el aire se quedara dentro de mi lo que más pudiera; apelaba entonces a mi imaginación, esa misma que la mística Teresa de Jesús por 1540, llamara: La loca de la casa y en realidad fue ella la que me pudo salvar, en aquellos días repetidos que iban y venían con el mismo ropaje, sin rostro y sin color.

Cuando hasta el homo demens amenazaba con morir lentamente, la mejor opción fue volcarme piel adentro, hacia el basto e inagotable mundo de mi mente, allí mismo donde tenía su recinto la creatividad hecha relato, danza, receta o canción. Laberinto insondable y cultivable había sido y el tiempo suspendido en el calendario y el espacio congelado en las pupilas, me permitió en ese entonces varios viajes internos realizar. 

Esos días me arrancaron la prisa, me obligaron a gestar la calma y a darme a luz una vez más, como se hace en aquellas situaciones en que se nos pone al borde de sí mismos, en las que la única opción es encontrar renovadas maneras de ser, estar y fluir, dentro de un mundo en el que nada es inmutable y permanente. Así que tengo vivo el recuerdo de muchas horas en las que desde el espejo de Alicia -en su país maravilloso- me adentre en otros mundos posibles y la extraña primavera que aconteció sin pena ni gloria, puso a prueba toda mi inventiva a prueba de la más cruda soledad.

Sí, no cabía duda, era la Mente unida con un delgado hilo de oro al corazón, la que orquestaba la sinfonía de todo lo demás y fue ella la responsable de mi sosiego como decisión consciente y de la defensa de mi vida, como derecho sagrado. Lo desterré, le dije adiós irrevocablemente, el Tedio no tuvo alternativa que desvanecerse, pues ¿ quién puede contra una mente sana y bien puesta en su lugar? 

¡Vamos a re-inventarnos y re-crearnos una y mil veces más!

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