jueves, 30 de abril de 2020

Disertación en la esquina

Me encontraba con mi novia Sheila sentados en la mesa exterior de un Starbucks. Mi novia miraba el celular, mientras yo contemplaba lo que pasaba a mi alrededor. Era mi primera vez en Filadelfia y trataba de captarlo todo: la luz, los sonidos de la ciudad y el estilo de la gente. Con la mirada perdida en la esquina, un hombre con barba larga y desaliñada entra en mi campo visual con su bicicleta y dice:

En este país no hay libertad de expresión.

Creí que me hablaba a mí y respondí con mi mejor inglés y mi marcado acento rio platense: 
¿Por qué lo dices? Creo que aquí puedes expresarte libremente.

El comenzó una disertación, dando lo que parecían ser sólidos ejemplos de su afirmación, citando la constitución y algunos hechos de la historia popular de Estados Unidos que eran incluso familiares para mí como extranjero. Le refuté algunos conceptos alegando los hechos básicos como el vivir en una democracia y en un estado de derecho, que construyeron un debate cálido e interesante que duró unos hermosos 5 minutos.

Nuevamente, él volvía a aportar más datos enriquecedores ya desconocidos para mí, pero al parecer era una persona formada en el tema. Aunque me preguntaba cómo es que sabía tanto. 
Ronald Reagan es quien busca desde hace años restringir las libertades en el mundo, junto con los miembros de la sociedad secreta del Underground Rail Road (tren subterráneo), 
Pensé que estaba muerto. ¿Cuántos años tiene ya? ¿Reagan sigue influyendo en la política?
Sí, el mueve los hilos en este país. Él y los miembros de la secta, como J. R.R. Tolkien, buscan bloquear la libertad de expresión.

El nombre me era familiar, pero supuse que era un apellido común en esta parte del mundo. Tal vez había un Senador o un Diputado que desconocía con ese apellido.

Giré la cabeza, miré a mi novia y le pregunté quién era el tal Tolkien. Ella me contestó lentamente, con un tono de incomodidad y una mirada aterrada, que estaba hablando del escritor.

Miré al orador, pero antes de que pudiera decir algo, siguió con su disertación, explicando que J.R.R. TolkIen y Ronald Reagan eran ambos miembros de la secta, todos ellos vinculados por la “doble R”. La Rail Road buscaban raptarlo a él para llevárselo a Inglaterra. Y si él dejaba los Estados Unidos, sería el fin del mundo.

Volví mi cabeza hacia ella e hice la seña para irnos. Nos pusimos de pie, le deseé éxito al caballero y nos alejamos de allí.

Tras caminar unos 20 metros le dije a Sheila: 
Éste está medio loco.
¿Medio? Éste es loco entero. Sólo a tí se te ocurre hablar con alguien que grita cosas al aire.

Nuestro paseo continuó y siempre me pregunto en qué andará aquel delirante, cuál era su problema y si tiene a alguien en casa que lo baje al mundo de los cuerdos.

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