Creative Ideas acababa de salir a bolsa con una acogida espectacular y urgía incorporar a su sistema los adelantos de la competencia, esto es, los mejores profesionales para seleccionar a los mejores profesionales. Sin embargo, nada más estrechar las manos de los componentes del equipo seleccionador contratado tuve el convencimiento de que había errado. "Quiero a los mejores", dije. Fin del encuentro.
Tras tres semanas, Landon Gutman me presentó sus resultados, aconsejando la contratación de cinco de los más de doscientos aspirantes. El currículum de los seleccionados impresionaba: tres mujeres y dos varones con más de catorce doctorados en conjunto. Aún así, Landon, no dudó en exponer también algún detalle de cada uno de ellos que pudiera perjudicar su rendimiento laboral.
"María Ventura, por ejemplo, tiene tres hijas, dos de ellas con carreras profesionales de gran potencial, y una tercera cocainómana. José Luis Prieto sufrió una llamada al orden por parte de la Agencia Tributaria hace cuatro años por no haber declarado los ingresos que le supuso una serie de conferencias sobre su especialidad. Andrés Rabadán ha visitado en alguna ocasión La Traviata, un afamado prostíbulo de travestis que…"
Lo que estaba escuchando no sólo no tenía para mí el menor atractivo, sino que lo taché de abyecto.
Ojeé el grueso informe que me habían facilitado y dejé que el otro terminara para preguntar por qué se habían decantado por Begoña Larache si sus números estaban bastante por debajo de la media. Su cociente intelectual no pasaba de los 110, sus calificaciones académicas no arrojaban un saldo de muchas matrículas cum laude, su reconocimiento por parte de universidades extranjeras era casi nulo… Landon me informó de que estaba emparentada con importantes figuras de la banca y de la política, lo que beneficiaría mucho a Creative Ideas.
Me atreví con la segunda cuestión: "¿Por qué estos otros dos, que son los mejor calificados con diferencia, no han pasado siquiera la preselección?".
El primero, con un cociente intelectual de 165 e historial académico impresionante –por no hablar de su dominio de cinco idiomas-, padecía esquizofrenia; mientras que el segundo, Premio Europeo Russell de fin de carrera en las dos que había cursado, había sido diagnosticado como de personalidad paranoide.
Ya no quise escuchar más a aquel cohonestador de manual. Yo buscaba no sólo genios, sino genios creativos, y la historia demostraba que grandes literatos, músicos extraordinarios, irrepetibles inventores, habían padecido algún tipo de enfermedad mental, sin que ello hubiera supuesto una merma, sino, tal vez, una ayuda. Y si alguien del consejo se mostraba escéptico, argüiría que podía exigir mi renuncia inmediata a la presidencia, pues yo, el todopoderoso Fuentes Vallejo, creador de más de veinte mil puestos de trabajo a lo largo de mi dilatada carrera empresarial, no habría pasado la criba de los laureados métodos de Landon Gutman. No me guardaría de decir, sin embargo, que cuando comencé de la nada a levantar Creative Ideas, ya llevaba varios años diagnosticado como esquizofrénico.
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