lunes, 27 de abril de 2020

Consulta 203

Sara llegó a la sala de espera de la consulta de atención primaria, sacó unas toallitas limpiadoras, limpió el asiento que iba a utilizar y se sentó. Su acción pasó desapercibida para la paciente que ocupaba la silla contigua, que ajena a la llegada de Sara, se tocaba el pelo haciéndose unos rizos cada vez más tupidos y apretados. Tampoco le prestó atención Jacobo, que se doblaba el lóbulo de la oreja derecha con los dedos índice y corazón. Era un gesto sencillo, que repetía desde que era niño y le relajaba en momentos de espera.

La consulta de aquel día discurría con retraso y Marisa comprobaba cada minuto la hora en su estrafalario reloj de pulsera. Al lado, Aurora supervisaba en su móvil si no tenía notificaciones de nuevos mensajes a pesar de no tener ningún aviso de nuevo evento recibido. 

Antonio se mordía las uñas de la mano derecha mientras revisaba una y otra vez las suelas de sus zapatos pues detestaba llevar chicles pegados. Su mujer, Manuela, preguntaba cada cinco minutos qué hora de cita tenía cada paciente de la sala, refunfuñando por el retraso.

Amanda mataba el tiempo mirándose en un pequeño espejo de mano. Pasaba totalmente desapercibido el retoque que hacía a sus cejas, peinándolas cuidadosamente con los dedos y tirando en alguna ocasión de ellas con el fin de comprobar si el pelo seguía en su sitio firmemente sujeto.

Una enfermera apareció en la sala y solicitó la atención de los pacientes. Les explico que debido a un error, la consulta de salud mental estaba desplazada al piso superior, a la consulta 213 y les rogó que se dirigieran a la planta superior. La enfermera se fue e incrédulos los pacientes se miraron entre ellos. ¿Salud mental? Ellos iban a su médico de cabecera. Al momento cada uno se encontraba de nuevo inmerso en sus tics y manías. Manuela le preguntaba a Marisa qué hora era mientras Antonio se mordía las uñas de la mano izquierda.

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