miércoles, 29 de abril de 2020

El Estigma

Siempre ha sido igual, en la antigüedad, en la edad media y en la actualidad; en todas las sociedades al diferente se le estigmatiza; si la diferencia es de salud mental, además, se le aísla, margina y condena.

Todos podemos tener en nuestra vida, algún pensamiento o hecho que se sale de la "norma", pero que no se note, de lo contrario la sociedad te rechaza y te aísla.

Yo vivía en la "norma", hasta que el segundo año de universidad alguien se empeñó en acompañarme. Alguien que nadie podía ver, ni siquiera yo, pero que me hablaba continuamente, estaba dentro de mí, en mi mente.

Al principio era llevadero, podía escapar de su fuerza y centrarme en mis cosas. Terminé el curso con muchas dificultades. El verano fue terrible, el monstruo que se había instalado en mi cabeza no me dejaba pensar, sólo seguir sus instrucciones. Me atormenta y se erige en mi guía.

Empecé a tener problemas con los amigos, con la familia, con aquellos que más quería. Los creía en peligro y quería protegerlos, pero… ¿cómo proteger a alguien de un peligro que viene de ti mismo? Me sentía horrorizado. Me aislé de todos. Mental y físicamente. Me encerré en mi cuarto. No quería comer, no quería salir, no quería ver a nadie. Escuchaba continuamente canciones de Joaquín Sabina, las ponía a gran volumen para no escuchar a mi huésped. Mis padres cada vez más preocupados por mi comportamiento, yo cada vez más aislado. Ni ellos ni yo sabíamos qué hacer. Yo no era yo, me habían robado mi mente y habían sometido mi cuerpo. 

Mis padres, con algún tipo de engaño, consiguieron sacarme de mi habitación y llevarme al médico. Durante algún tiempo tuve una medicación fuerte, que poco a poco fue disminuyendo en la medida que yo expulsaba al okupa de mi mente.

Perdí un año de universidad, pero después pude reincorporarme y terminar la carrera. Al poco tiempo entré a trabajar en un estudio de arquitectura donde fui muy bien recibido y donde me integré perfectamente. Me sentía, querido y respetado, por mi forma abierta de ser y por mi buen hacer profesional.

Un día, el estudio donde trabajaba contrató a tres nuevos arquitectos. Uno de ellos era de mi misma promoción y era conocedor de mi episodio de comportamiento "diferente". En menos de una semana, mis compañeros de trabajo empezaron a mirarme raro y a esquivarme continuamente. 

Dos meses después me despidieron. El jefe me dijo que era un buen profesional, que estaban contentos conmigo, pero que la cuenta de resultados les obligaba a reducir personal. Me prometió que cuando la situación mejorase, me volvería a contratar.

Yo sabía que nada de lo que dijo era cierto. La causa de mi despido ere "el estigma".

Aquello no me podía hundir, sino todo lo contrario, y decidir luchar. Hoy tengo mi propio despacho de arquitectura, una compañera extraordinaria y dos hijos maravillosos.

¡Ah! Y una buena amiga que nunca nos separamos… la "zyprexa".

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