martes, 28 de abril de 2020

Ataque de realidad

Estaba sentado en el sofá viendo la televisión. No paraban de dar noticias preocupantes de una nueva enfermedad contagiosa, que se estaba expandiendo a una velocidad de vértigo y que estaba empezando a causar muchas muertes. Aparentemente sólo te contagiabas si te tosían o estornudaban. Entonces miré el reloj.

-¡Dios mío!, llevo 5 horas delante del televisor. Voy a comprobar lo que dicen en mi móvil porque esto no puede ser cierto.

Tras leer durante unas horas, y contrastar todo lo que estaba viendo por televisión, en Internet, sólo llegué a la conclusión de que era cierto, que estaba viviendo el Apocalipsis, una pandemia, el fin del mundo conocido. Mi corazón palpitaba cada vez con más fuerza, empezaba a sentirme acalorado, empezaba a notar cómo me faltaba el aire y como me sentía incomodo enterrado en el sillón en el que había permanecido más de 7 horas. Ni me planteé lo que había escuchado varias veces, casi ni le di importancia a esos conceptos; "Estado de alarma", "Confinamiento", lo único que atiné a hacer fue coger mis zapatos, ponérmelos y bajar por las escaleras corriendo.

Al llegar a la calle, después de bajar las cuatro plantas deprisa y casi tropezando, me sentí un poco aturdido. Miré a izquierda y derecha, y sin motivo empecé a caminar casi corriendo por la izquierda, no sabía a dónde iba, de que huía, sólo necesitaba seguir caminando.

Llevaba unos 10 minutos caminando así y me sentía con mucha energía, casi capaz de volar, era lo que necesitaba en esos momentos cuando de repente me tropecé con unos policías.

-Buenas noches, ¿Se encuentra usted bien?

La pregunta era obvia, mi apariencia con el pijama y unos zapatos, despeinado, sudando y la cara blanca no invitaba a otra cosa.

Iba a decir algo, soy educado, pero lo único que fui capaz de hacer fue salir corriendo para coger impulso y salir volando, planear por encima de toda Sevilla y…sentí como si una montaña se hubiese caído encima de mí.

-Está usted detenido por tratar de huir de la Policía. ¿Qué pretende?

Al escuchar esas palabras, es como si todos los villanos que había visto por la televisión y en el cine se hubiesen apoderado de mí ser. Poco quedó del chico tranquilo que soy.

-¡Socorro!, ¡Me van a matar!, ¡Dejadme!, ¡Os voy a matar!, ¡Os voy a denunciar!, y un largo y penoso etc.

Mi corazón en aquellos momentos retumbaba tan fuerte en mi cabeza, me sentía tan aturdido y dolorido de la caída que no podía pensar, no recordaba nada, era como si se me hubiese borrado todo mi ser, y cada vez podía tragar menos saliva. La suma de mi boca seca, mi corazón acelerado y la creciente falta de aire hacia que cada vez creciera más y más mi agobio.

-¿Estoy en la cárcel?, creo que me está dando un infarto, balbuceé al policía que tenía al lado.

-No hijo, estas en el hospital. Tienes un ataque de pánico.

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