Cuando la muerte llega, nadie está preparado para ello, aunque es lo único seguro en esta vida.
Mi amiga lloraba desconsolada sobre el ataúd de su madre. El deceso de la anciana estaba anunciado por el maldito cáncer que la carcomía sin que ella perdiera la sonrisa que esbozaba todos los días – así quiero que me recuerden – solía decir.
Las palabras que salían de la boca de mi amiga, desgarraban el alma. La ira que expresaba por el fallecimiento de su primogenitora era tan grande que desafiaba hasta al mismísimo Dios. Los reclamos por no escuchar sus oraciones eran elocuentes, llenos de dolor, de rabia, y sobre todo, sin consuelo.
Me acerqué. Coloqué mi mano sobre su hombro, sin decir ni una sola palabra. ¿Con que frase se consuela a alguien que ha perdido a un ser querido? – me pregunté, y así mismo me respondí: con el silencio. Porque nada de lo que digas podrá arrancar un solo gramo de tristeza, de esa desolación amarga que la cobija en estos momentos y que perdurará muchos meses, incluso puede llegar su muerte y no haberse ido un ápice del dolor, puesto que el corazón está enlutado y el recuerdo perenne enraizado.
Muchos otros se acercan y expresan sus condolencias con la típica frase "lo siento mucho". ¿Cuántos realmente lo sentirán? ¿Cuántos querrán secar las lágrimas del doliente? ¿Cuántos se quedarán a acompañarla cuando caiga el último puñado de tierra sobre el ataúd? Estoy seguro que serán pocos. Sin embargo, amiga, yo estaré aquí, al lado tuyo, con el hombro presto para que lo uses como apoyo silencioso a tu desgracia, para que llores sobre el cuándo la soledad te arrope y no veas otro camino que tu propia muerte, porque sé del amor tan grande que le tenías a tu madre que piensas que no puedes vivir sin ella, y tal vez, percibas o sientas, que es mejor ir tras de ella y recorrer juntas las sórdidas oscuridades de la muerte, que seguir viviendo.
Amiga, con mi abrazo solidario te digo que después de la profunda tristeza que te embarga, hay una luz brillante, hermosa y apacible. Sé que en este momento no la ves; pero con el transcurrir del tiempo, un día la verás y entonces, comprenderás la esencia de la vida y dejaras que tu madre descanse en paz, y así mismo, tú lo harás, y la sonrisa iluminará tu rostro cada vez que la recuerdes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario