Antes me gustaba viajar con mamá, pero tras su muerte, me regalaron un libro de un famoso escritor brasileño en el que un hombre viajaba hasta el fin del mundo para descubrir que tenía un tesoro enterrado en el jardín de su casa y, desde ese día, he pasado los fines de semana y todas las vacaciones viajando hasta mi jardín y excavando cada palmo de tierra.
Por desgracia mi parcela es muy pequeña y, aunque he llegado a los tres metros de profundidad, muy pronto me he quedado si nada que cavar. Como, además, no he encontrado ningún tesoro, este verano he comenzado a excavar los jardines de mis vecinos de la urbanización,
No se pueden imaginar la de objetos que he sacado y las caras de extrañeza de mis vecinos. Alguno de ellos amenazó con pegarme, y otros con llamar a la policía, sin embargo, hubo vecinos, en concreto los que tienen jardines de los que han salido varios cadáveres, que han preferido no decir nada y recompensar mis molestias con cierta cantidad de dinero. Quizás no podríamos hablar con propiedad de tesoro, pero creo que, a pesar de todo lo que lo que mamá y yo criticamos al famoso escritor brasileño, finalmente tenía razón y no es necesario hacer ningún viaje porque nuestro tesoro personal, con duelo o sin él, está más cerca de lo que creemos.
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