miércoles, 25 de mayo de 2022

Sombra

Era de noche. El frío entraba a través de la ropa para estremecer los huesos. Generalmente cuando salía me gustaba usar zapatos, maquillarme y elegir cuidadosamente la ropa. Pero esa noche no lo pensé mucho. Fuimos a un recital con una amiga. Estrené unas zapatillas que me había comprado en una tienda de skate. Me puse el pantalón que más uso y la camiseta del grupo que tocaba. Antes de bajar del auto, mi padre me aconsejo que me lleve la chaqueta de mi hermano.

El recital fue divertido. Yo estuve mirando y escuchando desde el fondo. No me sentía con energías para estar con la multitud. Fumé casi un atado de cigarros y bebí una cerveza pequeña. Cuando terminó el recital me dirigí al baño. Todas chicas flacas, altas, lindas, maquilladas y sonrientes modelaban dentro del pequeño espacio.

Al rato fuimos a esperar el bus. Mi amiga se subió al primero qué pasó. A mí me toco esperar. Junté las rodillas lo más que pude apretando ambas manos entre mis muslosas piernas, sentía como mi espalda se encorvaba cediendo a la petición del frío. Mi metro sesenta y cinco parecía encogerse unos diez centímetros haciéndome sentir todavía más pequeña en este mundo. De repente sentí una presencia en la esquina opuesta en la que yo estaba. Una persona encapuchada, llevaba una chaqueta negra que le quedaba gigante. El pantalón del mismo color se le pegaba a sus flacas y huesudas piernas. Toda la estructura corporal estaba sostenida por zapatillas anchas siguiendo la tonalidad de sus otras prendas. Me quedé inmóvil mirando la extraña figura. Parecía no existir, pero estaba ahí. No sentía miedo, simplemente pánico. Abrí los ojos y casi no podía pestañar, intentaba descubrir aquella escalofriante silueta. Unas luces de un auto doblando me enceguecieron. El bus estaba justo delante de mí.

Tenía los pies sobre mi propio asiento y abrazaba mis piernas con todos los músculos tensos. Al fin llegué. Encorvada me dirigí a tocar el botón del autobús. No sé porque miré hacia el interior del bus. Vi una rodilla puntiaguda que asomaba al pasillo. Era imposible no reconocerla. < ¿Cómo había llegado hasta ahí? Yo fui la única pasajera que se subió en esa parada. ¿Fui yo la única pasajera que se subió en esa parada? > Esas preguntas y conclusiones querían justificar con hechos algo injustificable, querían humanizar algo que no era humano.

Bajé corriendo del bus, corrí la media cuadra que me separaba de mi casa. El corazón latía rápido y en el cuerpo una sensación de incomodidad. Abrí la puerta, subí a mi habitación y respirando agitadamente encendí la luz para encontrarme de frente con eso. Estaba parado frente a mí, movía sus hombros de arriba hacia abajo, la cabeza oculta en la capucha y los puños de la gigante chaqueta ocupaban el lugar de sus dedos. Por un instante me sentí tan muerta que me había olvidado del hermoso y decorado espejo que me espera a la entrada de mi habitación.

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