Aquella noche estaba tranquila .El médico dijo que su corazoncito averiado respondía al tratamiento. Mi hijo mayor y yo decidimos que al regresar a casa lo celebraríamos por todo lo alto ¿El menú del almuerzo especial? Los tamales, el congrí, las papitas fritas y un enorme bistec, jajaja. Siempre ha gozado de buen apetito !Oh! su postre preferido ,el flan. No faltará la botella de vino Entre Ríos que guardamos hace mucho para una ocasión exclusiva. Levantaremos las copas y brindaremos ¡salud! Ella dirá como otras veces: ¨salud que haya porque belleza sobra¨
A las tres de la madrugada salió el galeno y muy parco nos dijo: ¨falleció¨. El mundo entero se me vino encima ¿Cómo decirle a mi hijo menor que ya no vería a su abuelita? Mi hijo mayor tratando de mantenerse ecuánime para sostenerme y sostenerse .En realidad, el hecho estaba ante mí; pero no quería aceptarlo. Había sobrevivido a tres infartos y un debut de diabetes a los 81 años ¡la quería viva!
Los trámites para el funeral quedaron en manos de mi hijo menor. Familiares, amigos y colegas vinieron para acompañarnos y compartir ese dolor inmenso, incomparable.
Allí, frente al ataúd, estuve durante largas horas mirándola, pensando. Inicialmente me martiricé haciendo un análisis en relación con el esmero con que le había cuidado ¿Qué me faltó? Me atreví a comentarlo con mis hijos que casi al unísono dijeron: mamá, si tú ni dormías vigilando a la abuela, al tanto del horario de sus medicamentos y su alimentación, la higiene. Te la pasabas abrazándola y dándole besos.
En el cementerio, frente a la bóveda familiar, se agolparon todas mis pérdidas. Mi mariposita se quedaría allí ahora junto a mis tíos, los abuelos de los que fui la nieta consentida. Ellos me dieron lecciones de vida que jamás olvido. Cada domingo mis tíos y primas venían a casa a disfrutarlos .Lo compartíamos todo .El arroz con leche que le gustaba a mi tío Robertico, los juguetes, hasta las bromas que se hacían cuando abuelo escondía el doble nueve para no perder en el juego de dominó más lo refranes que constantemente decía abuela cada vez que se le daba la oportunidad. Mi madre, la menor de sus ocho hijos, descansaría ahora en paz .Coloqué las flores y…abracé a mi desconsolada tía.
Durante mucho tiempo me levantaba de la cama cuando era imprescindible. En la madrugada despertaba porque sentía que mi madre llamaba por ayuda para ir al baño. Dejé de comer tamales, congrí, papitas fritas y bistec.
Y pasó un águila por el mar como diría mi abuela. Ese domingo el olor a sazón me levantó de la cama. Mis hijos habían servido la mesa y me invitaron a tomar asiento Recordamos con agrado los elogios de mi madre sobre la mesa bien servida .Uno de mis hijos sirvió vino y levantó la copa: ¿Recuerdas lo que decía abuela en el brindis? Y como una llave la frase abrió mi puerta: ¨salud que haya porque belleza sobra¨
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