lunes, 16 de mayo de 2022

Ella

Está sentada en su escritorio y desde su ventana ve el jardín. De repente le llega su recuerdo y los años de sufrimiento indescriptible por su pérdida. A veces cuando piensa en ello, vuelve a llorar y ve la imagen de su madre levantándola del suelo a causa de ese dolor invasivo, visceral e infame. Fue ella, su madre, quien hizo la interpretación del sueño que resultaría siendo premonitorio: El y ella, estaban en la universidad. Tenían una beba. Ella estaba con la beba y en la puerta de la facultad había un periódico colgado que publicaba una foto de él y el titular decía: ¡muerto en grave accidente! Ella comenzó a llorar, a llorar desesperadamente y se preguntaba: "¿qué voy a hacer?, ¿qué va a pasar con nuestra bebé?" Ese llanto agitado la despertó y sintió un increíble alivio al darse cuenta de que era una pesadilla. Se la contó a su madre, que pronosticó que cuando uno sueña con un bebé, algo nuevo va a pasar. La novedad caería un mes después y ella estaría llorando realmente. El le anunciaría que estaba esperando un bebe con otra.

Con esta "novedad" quedó en estado de shock. La racionalidad en ese instante fue su salvavidas. Una vez que él se fue, sintió como una bomba en las vísceras que iba a estallar. ¡Y estalló! La destruyó. Como pudo, llegó a su casa, se tiró en la cama de sus padres y se diluyó. Y pasó tres noches ahí, traicionada y agonizante. Medio muerta. Al tercer día resucitó y se dijo: -¡esto no me puede quedar grande! Y comenzó su duelo.

Por su bienestar tuvo que imponerle a su mente el vacío, la calma y el olvido. Entendió que la vida pone sobre los hombros el peso de lo que uno puede llevar. Ni un gramo más. Porque la vida es la vida y va a buscar siempre vivir. Entendió también que no hay que resistirse porque la resistencia genera lucha, dolor, incomprensión. Vivió la tristeza y la desilusión como lo que son: un aprendizaje. Todo pasa. Y el tiempo hace su trabajo. Tuvo fe. Esperanza. Repitió incansablemente este mantra: fuerza, paciencia, serenidad y paz. Aún hoy lo repite. Lloró todos los océanos. Tuvo decaídas. Recomenzó. El dolor la transitó así por años. Y se fue transformando. Aprendió que el ¿por qué? no tiene respuesta y el ¿para qué? si. Y en la búsqueda de esa respuesta halló cura. Vivió en el eterno presente, en el aquí y en el ahora. Y pues lo aceptó. Como dice su sabía y bruja madre: ¡no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista! ¡al mal paso darle prisa! ¡todo pasa por algo! ¡ayúdate que yo te ayudaré! Y en esas va…En el jardín ve ahora a sus hijos. Sobrevivió. Es feliz.

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