Todos tenemos nuestro lado oculto, un lado que solo nosotros mismos llegamos a conocer, ese lado al que a veces podemos temer. Ese lado donde habitan nuestros demonios.
Ese día... Joder, ese día lo sentí por primera vez. Ahí estaba, ese dolor en el pecho que me impedía respirar libremente, esa presión que no me dejaba seguir adelante. Los pensamientos de mi cabeza iban demasiado rápido, no podía pensar ni una sola cosa con claridad, simplemente estaba ahí, quieta, paralizada.
No entendía nada, sentía un vacío en mi pecho que no había sentido nunca, era como si me faltara algo, una parte de mí que no estaba, justo en el centro de mi ser. Es raro no saber cómo te sientes, no saber qué te pasa. Es raro sentirte roto, sentir que las piezas de tu cabeza no encajan.
- Estoy jodida - dije mientras me quedaba sentada en el suelo, mirando al techo de mi habitación, sin saber qué era lo que me estaba pasando.
No tenía lágrimas para llorar, me sentía vacía, como una tormenta sin lluvia. Era como caminar por arenas movedizas, por más que intentaba avanzar más me hundía. Cerré mis ojos, era como ver dentro de mi cabeza, todo estaba oscuro, no había nada.
Pero de un momento a otro rompí a llorar como una tormenta que comienza a llover después de un relámpago, ese mensaje fue mi relámpago, ese mensaje hizo que comenzara a llover en mi propia tormenta. "Eres la persona más fuerte y capaz que conozco", mis lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin parar después de leer ese mensaje, porque sentía que no podía, que esta vez no iba a ser capaz.
Mi mente en la que solo había un vacío desgarrador ahora habitaban unas palabras más dolorosas, unas palabras destructivas, "no puedes más" "¿y si nos rendimos?" "¿y si dejamos ganar al caos?" "no puedo, no puedo más" repitiéndose sin cesar, mientras no podía dejar de llorar. Las manos en mi cabeza intentando calmar mis pensamientos, intentando por dentro dejar de consumirme, porque sin darme cuenta había pulsado el botón de autodestrucción.
Los humanos nos parecemos a los desastres naturales, a veces tenemos nuestras propias tormentas, a veces somos como un tornado y lo destruimos todo. Y es que a veces la lluvia sabe a mar, porque la lluvia cae de las nubes como lo hacen nuestras lágrimas saladas de nuestros ojos, a veces nuestro corazón truena como lo hacen las tormentas. A veces somos un auténtico caos.
Ese día me rompí.
Ese día quedé hecha pedazos.
Pero igual que me rompí, también me conocí un poco más.
Conocí esos demonios que habitan en mi interior.
Cogí todos esos trozos rotos y los junté de nuevo.
Me rompí, pero también renací un poco más fuerte.
Porque ese día te conocí.
Y me dijiste tu nombre.
- ¿Quién eres? - pregunté con miedo.
- Me llamo Ansiedad - me dijiste tranquilamente.
Y ahí, ese día, comenzó mi batalla contra tí, y no te dejaré ganar.
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