martes, 24 de mayo de 2022

El Mini rojo

No, no y no. Esto no podía estar pasando. Veía moverse la boca del Doctor, mientras decía algo de no haber podido recuperar tus constantes, pero yo no entendía lo que decía. Yo no sabía qué hacía allí, en esa habitación de hospital que había quedado vacía. No conocía a mucha de la gente que inundaba el tanatorio y no aceptaba que tú fueses el que ocupaba la caja de pino tras el cristal.

Te odio, odio que me estés haciendo esto, maldigo tu cabezonería por no haberte dejado ayudar, estoy enfadada, habías cogido el coche bebido y el golpe había sido mortal para ti y una muerte lenta para mí. Quería gritarte, golpear la mesa pidiéndote las explicaciones que nunca me ibas a dar. Te odio tanto como te quiero y no veo la forma de perdonarte.

¿Y si hubieses acudido a mí? Yo podía haberte ayudado, podíamos haber buscado juntos una solución como tantas otras veces. Había intuido tu depresión, el aumento del consumo de alcohol para evadirte del mundo había sido evidente. ¿Porque no intervine? ¿Y si en vez de mirar hacia otro lado para evitar discutir te hubiese mirado a los ojos hasta ver lo profundo de tu dolor? Podíamos haber buscado ayuda, te habría apoyado, seguro que ahora continuarías a mi lado.

Ahora me siento vacía, los días pasan y yo transcurro por la vida con el piloto automático. Mis ojos vidriosos y rodeados de negras ojeras se pierden a menudo en la nada infinita. Miro nuestras fotos, veo los videos del móvil y lloro. En eso consiste ahora la vida que me has dejado, una alternancia entre lágrimas y el abismo. No contesto los mensajes de mis amigas que intentan animarme, ya nada tiene sentido. Mi cabeza solo recuerda todo aquello que queríamos hacer y quedo pendiente. Ya no te odio, solo te echo infinitamente de menos.

He comenzado a salir, cada martes acudo al grupo de terapia, ellos me ayudan a lidiar con tu ausencia. Te sigo echando de menos, pero empiezo a entender que yo sigo aquí. Que no partí contigo, que yo no iba en ese coche. A veces consigo reírme con alguna compañera cuando nos tomamos un café a la salida. Hoy por primera vez, he visto cruzar la calle un Mini rojo, era igual que el tuyo, y hoy, por primera vez, he seguido andando sin que una nausea subiese a mi boca.

Nunca te olvidare, pero hoy, por primera vez, recuerdo que yo sigo aquí.

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