Alguna vez fui un fuego fatuo brillante como el resto... Pero ya no, soy el único fuego fatuo que es transparente, ya no tengo llamas de colores, sólo una llama a través de la que se puede ver, y sin embargo nadie puede ver cuánto sufro.
Desde la partida de mi tío a causa de ese SIDA, que causó que su llama se apagara y su calor se extinguiera, lenta y dolorosamente, fue que mi llama se volvió transparente, como si al morir él, de mi sólo haya quedado un fantasma.
Curioso, los fuegos fatuos, ya somos fragmentos de almas, por lo que ahora mi situación es más miserable porque soy un fantasma para los fantasmas. Al principio intenté actuar como si nada hubiera cambiado, pero todo ya era distinto, poco a poco mi llama pasó de ser un vivo brasa anaranjada, a tonos cada día más, y más tenues. Hasta que terminé así, siendo casi perfectamente invisible.
He intentado gritar que me siento mal por la muerte de mi tío, pero parece que ahora que soy traslucido, mi voz también se trasluce entre los sonidos de la naturaleza y sólo me queda arder con rabia, provocando quemaduras y explosiones por todos lados. Haciendo creer a los otros fuegos que hay algún espíritu malvado atacándolos. ¡Qué ilusos! Temiendo por espíritus, cuando el único fantasma que hay, soy yo.
Toda está situación me pone terrible, es como si a nadie le importara mi sentir, y mucho menos la muerte de mi tío. Los días pasan y me voy consumiendo en mis propios sentimientos desbordados, llorando todo el tiempo, pero siendo una llama, mi peor enemigo siempre será el agua ¿Y qué puedo hacer si yo mismo provoco el agua que me perjudica?
Justo cuando ya he decidido dejarme extinguir en la siguiente tormenta, siento el calor de otro semejante, tocando mi mano. El extraño me sonríe y percibo su voz "¿Quieres hablar?" Sin contestar veo como he dejado de ser completamente traslucido y respondo "No lo sé" El extraño me dedica otra sonrisa y pregunta "Parecías pasarla mal estando tan sólo, por eso te pregunto si quieres hablar" Vuelvo a mirar mi mano observando como poco a poco mi habitual color naranja del pasado regresa
Viendo al desconocido por fin rompo en llanto torrencial, mientras el recoge con sus deditos llameantes, cada una de mis lágrimas para que no me consumieran. Una vez que vacío toda mi tristeza sobre él, me abraza y dice "No sé por lo que estés pasando, pero no tienes que hacerlo solo. Puedes contar conmigo para lidiar mejor con ello"
No fue necesario que hiciera más. A veces lo único que necesitamos aquellos que hemos sufrido una pérdida, y más una pérdida no válida para el resto de la gente, es que se den cuenta, que estamos aquí, que aún si no parece válida, padecemos esta pérdida, y necesitamos que compartan un poco de su calor y comprensión para poder volver a sentirnos visibles y completos.
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