miércoles, 25 de mayo de 2022

Y el compás lo marcan tus pies

Unas palabras atraviesan el aire que te rodea para llegar hasta tus oídos. Abres ligeramente los ojos cuando terminan su viaje hasta tu cerebro. Tu respiración comienza a acelerarse al compás rítmico de tu corazón. Tus inspiraciones son cada vez más cortas y comienza a costarte respirar. Los ojos brillan, escociendo por las lágrimas sin derramar. Te apoyas en una pared, dejándote caer. Reptas hasta el suelo y tu cuerpo se queda ahí desmadejado mientras tu mente hace eco de esas palabras. Y, en ese momento, sientes como algo se resquebraja poco a poco en tu interior, sin piedad, mientras el duelo camina para encontrarse contigo.

Y si el dolor que atesora tu interior no es suficiente por sí solo, ahora comienzan todas las expectativas que el resto de la humanidad posee sobre cómo debes llevar todo eso que encoge tu corazón. Todo el mundo haciendo un ruido ensordecedor de cómo debe ser gestionado, cuánto debe ser sentido, cómo debe ser... dejándote sangrar tirado en el suelo mientras todo se encharca de tu propia sangre bajo sus pies.

Ellos ensalzan sus palabras a través de una supuesta sabiduría que tiene más cara de trauma que de sabiduría y esto les quita la capacidad para observar lo que te ocurre de verdad. Si prestas atención el tiempo suficiente, descubrirás cómo las capas y capas de maquillaje se caen y aparece la persona. Verás su herida sangrante, sus ojos tristes llenos de unas lágrimas que espera derramar en el sitio correcto, una sonrisa que no ilumina sus ojos y, también, le verás rodeado de muchas personas pero absolutamente sola.

Aísla el ruido que producen las millones de personas que habitamos aquí, sostén la mirada de esa persona rota y, únicamente, camina hacia ella. Mantén tu vista fija en sus ojos, acogiendo cada parte que es. Da un abrazo largo y profundo como si pretendieses unir todas las piezas que le componen. Vuelve a mirar sus ojos y di "te veo y estoy aquí contigo" y vuelve a dar ese profundo abrazo.

El duelo es algo que nos acompañará en cada uno de los múltiples recorridos por los que derive nuestra vida y será de temas tan polifacéticos que, cada vez, te sorprenderá más. No necesitas guiones que seguir ni tiempo establecido por otros para saber cuándo debes moverte. Lo único que debes saber es que el compás lo marcan tus pies. Tuyo es el tiempo y tú eres quién decide cuando da cada paso, siendo siempre conocedor de que lo que no nos enseña nadie es a vivir. Así que, ponte en marcha, día a día. Minuto a minuto. Los pequeños pasos dan lugar a grandes comienzos. Créeme o, mejor, créete a ti mismo y escucha lo que tú te dices a gritos. Si deseas un buen guía mira dentro de ti, sin miedo, y hallarás al mejor maestro.

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