Carlos disfrutaba dando largos paseos con su moto de gran cilindrada, era su forma de desconectar y de sentirse libre y liberado.
Hasta que ese viernes, ese maldito viernes por la noche, Carlos perdió la vida al chocar contra una señal en una carretera Nacional.
No había nada con lo que pudiera resbalar, no había restos de alcohol ni drogas en su sangre, esa sangre desparramada por el suelo. Tampoco había signos de que hubiera tenido que esquivar algo o alguna persona u animal.
Nada con lo que poder entender esta tragedia, nada que pueda devolver a la realidad a su familia, que solo quiere que esto sea un mal sueño de esos que cuesta despertar.
Negar la realidad suele ser la primera fase del duelo, La familia tarda unos días en ser conscientes de lo sucedido y la rabia y la ira se apodera de ellos para dar paso unos días después a una tristeza tan profunda que dejan de sentir motivos para vivir y se aíslan de su entorno.
Cada persona necesita un tiempo distinto para manejar el dolor que supone perder a un ser querido, y aunque ese dolor se queda siempre ahí, lo hace de un modo menos rígido y se puede volver a saborear la vida.
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