Ringo ya había logrado llevar una vida estable y dinámica en el transcurrir de su cotidianeidad. Después de años de haber sido diagnosticado Esquizofrénico paranoide, su vida se había derrumbado sobretodo por las voces que escuchaba. Aunque no las voces que le zumbaban en su interior, que lo perseguían y lo tenían en un estado de franca angustia. Sino las voces de la gente que lo orillaba, que lo marginaba del mundo social con una actitud más bien de condescendencia y lástima. Después de años de dolor y confinamiento Ringo decidió confrontar a su psiquiatra y le propuso ya no medicarse nunca más. Después de una larga charla con Ringo, el doctor estuvo de acuerdo, solo si el tratamiento se iba atenuando de forma paulatina. Ringo le informó al psiquiatra que había leído en varios artículos científicos que después de años de medicación era posible que un esquizofrénico ya llevara una vida "normal" sin medicación, con actividad laboral, relación social activa y algo de terapia, algunos mencionaban la TCC entre los enfoques terapéuticos posibles.
Ringo había sido tratado con diversos tipos de antipsicóticos a través del tiempo, y al consumirlos lo único que lo había hecho delirar eran sus constantes temblores, la saliva que en ocasiones se le salía por la boca de forma involuntaria y el sobrepeso que fue ganando.
Después de su última visita con su psiquiatra -ya solo iba a una revisión anual- Ringo alcanzó una vida más feliz y estable sin medicarse más. Cada tanto asistía a unos grupos de apoyo que le ayudaron mucho, además continuaba trabajando en las mañanas llevando la correspondencia a los empleados y sacando fotocopias en un despacho de abogados, mientras en las tardes daba clases de batería a adolescentes, actividad que lo satisfacía mucho, ya que en su tiempo había tenido que abandonar su papel como baterista de una gran banda de rock por su estado. Además, actualmente cada tanto tiempo se encontraba con un amigo mayor que él; Roy, que lo había apoyado y había pasado por un proceso parecido al suyo en el pasado. En su última charla con Roy, Ringo le había manifestado la novedad de que llevaba tiempo sin medicarse y se sentía muy bien, activo y motivado. Al final, cuando se despedían, Ringo le tocó el hombro a Roy y le dijo:
"Estoy muy agradecido. Ya no oigo las voces de los otros que eran las que más daño me hacían, las que enjuician, las que te separan de los demás como si uno fuera un raro, un loco. Esas voces críticas que después llegan hasta tu cabeza y no te dejan estar tranquilo. Ahora lo estoy, las voces pasaron de mi mente al sonido que logran mis manos al tocar un tambor, al redoblar en un tambor con sordina. Ahora siento que tomo unas escobillas de alambre como las que utilizan los bateristas de jazz, y hago un movimiento circular en el parche del tambor, de forma continua pero suave, relajada, armónica. Me siento en paz, en movimiento. Esa es mi voz verdadera".
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