El teléfono resbaló de mi mano, mientras trataba de negar la terrible noticia que aquella voz me acababa de anunciar, deseando que todo fuera una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento.
Pero no fue así.
La realidad me abofeteó el rostro con fuerza. Ya no estabas en mi mundo y éste se derrumbaba a mi alrededor como un castillo de naipes que un gigante sin piedad, había tenido la ocurrencia de soplar.
¿Por qué el destino te había elegido a ti?,. Aquella pregunta que formulé con ira, me respondió con los nudillos enrojecidos tras golpear la pared.
No encontré un culpable de mi tristeza, así que, como el que siembra una semilla de la que solo sale oscuridad, extendí mi enfado a todos, incluido a ti por abandonarme, y sobre todo a los que trataban de romper ese muro que acababa de levantar, quizás solo para protegerme a mí mismo, y donde, dentro de él, no cesaba de recordarte y preguntarme qué hubiera pasado si siguieras a mi lado.
Me aterraba vivir una vida en la que no estuvieras, y ese continuo pensamiento no hacía más que lastrar mi caída a un fondo cada vez más profundo, desde el que veía muy complicado salir.
Mi rictus se tornó sombrío, la comida había dejado de tener sabor, la bebida de saciarme, y ese estado llamado "de felicidad ", había quedado borrado de mis futuras perspectivas, y estaba seguro que sería para siempre.
Cada vez se me hacía más complicado vivir en un mundo en el que tu ausencia era el eje de mi lamentable existencia.
Hasta que la persona que rivalizaba conmigo en lo que amor hacia ti se refería, aunque ella te amara de otra manera, se acercó a mí, cogió mis hombros y sacudiéndome con ternura me dijo:
"Ella no hubiera querido verte así"
¿Sería verdad que podías verme? De repente imaginando aquello me sentí avergonzado, pues siempre te gustaba mi sonrisa, aquella que había olvidado.
También me dijo que mi mejor homenaje hacia ti, era seguir mi vida tratando de vivirla con orgullo.
Me abrazó y su calor me confortó, haciendo que parte de las sombras que envolvían mi existencia, dejaran paso a un leve rayo de luz.
Por primera vez no me sentí solo y supe que debía luchar por mí, por ella, y sobre todo por ti.
Y al final, sobre su hombro, conseguí llorarte, y con el tiempo, tu recuerdo me hizo de nuevo sonreír.
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