lunes, 23 de mayo de 2022

Yo, Mireya, soy como una ciudad

Yo, Mireya, soy como una ciudad, tengo un inicio histórico, fui fundada el diecisiete de julio de dos mil siete y comencé siendo sólo un par de casas pequeñas. Con el tiempo la ciudad se fue haciendo más grande y fue llenándose de numerosos monumentos dignos de considerarse patrimonio de la humanidad y este gran crecimiento supuso que distintas ciudades vecinas se enfadaran.

—¡Yo también quiero tener patrimonios de la humanidad!— Le dijo la ciudad vecina a Mireya. —Eso no va a poder ser si sigues comparándote conmigo— dijo Mireya a la ciudad vecina. — Me da igual, si yo no puedo tenerlos tú tampoco los vas a tener —, afirmó Ciudad Vecina, y Ciudad Vecina decidió bombardear a Mireya, derribando sus monumentos, edificios, y con ello su sentimiento de buena ciudad.

—Esto no me puede pasar a mí—, sollozó Mireya, debe ser un sueño, ¿Cómo voy a ser bombardeada si todo el mundo me quiere? Y Mireya se dió un pellizco. —¡AYYYYY!— Pues no es un sueño Mireya, es la cruda realidad, y la ciudad más bonita de toda la historia se enfureció, su pueblo tembló y se declaró una guerra civil porque no se consideraba competente para al cargo a la mandataria que había velado por la ciudad desde su fundación en dos mil siete, debido a que había permitido que hubieran bombardeado a Mireya, la más bella de las ciudades.

La guerra civil terminó con la victoria de la persona que estaba anteriormente al cargo, Yo, porque al final Yo era la única persona que podía gobernar la ciudad ya que había estado desde sus inicios confiando en ella. Una vez terminada la guerra, Mireya intentó negociar con otras ciudades para revertir la situación, ya que estaban siendo tiempos muy difíciles para Mireya, por lo que buscó un perdón con Ciudad Vecina, la causante de todas sus carencias. Adivinad qué, nunca recibió perdón, porque Ciudad Vecina era muy orgullosa y prefería, en vez de conseguir sus propios patrimonios de la humanidad, destrozar los de otros para así ser la mejor ciudad del mundo.

Y después de llegar a esa conclusión Mireya pensó que no había forma de ser lo que era antes, incluso llegó a pensar en demolerse para así terminar con los sentimientos de inferioridad e insuficiencia con otras ciudades.—Ya no soy una buena ciudad, no tengo patrimonios de la humanidad y mis edificios están en ruinas—, aseguró Yo, y Yo casi dimite del cargo.

Fueron tiempos duros para la ciudad, pero con un buen diligente y con las decisiones correctas se pudo salir adelante, Mireya vió que por mucho que la ciudad fuera derribada y todos sus intereses turísticos estuvieran al borde del abismo, todavía se podía trabajar en ello y ser lo que era antes. Y así fue como Mireya creció de nuevo, esta vez con el doble de patrimonios de la humanidad, con un fuerte gigante y un ejército dispuesto a defender la ciudad.

Porque yo, Mireya, soy como una ciudad.

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